Mis querid@s casi egresad@s:
es una gran alegría presentarles esta colección de cuentos, escritos por ustedes, para que puedan compartirlos, leerse y reírse con todas las locuras y aventuras de una variada paleta de personajes, sumergidos en situaciones absurdas e insólitas.
Gracias por el trabajo de siempre; éste particularmente fue un deleite, ¡me hicieron reír mucho! Y eso, hoy, en este contexto, vale un montón. Por eso, me pareció una linda idea compartir todos los cuentos aquí, para que esa risa pueda llegar a todxs.
Los felicito y espero que disfruten estos relatos y se rían mucho
Un abrazo enorme
6°CIENCIAS SOCIALES:
“Estar
como la mona”
Candela
Jaimerena
Transitaba
el año 2020, eran las 12 del mediodía de un lunes cuando Julieta prende la
televisión para almorzar con su familia.
Normalmente no comían todos juntos
porque cada uno presentaba una
rutina y obligaciones que les impedía estar reunidos en ese horario. Pero esta
familia se encuentra en una pandemia
mundial que le imposibilita salir de sus hogares, deben cumplir con la
cuarentena que determinó el gobierno ante el COVID-19, el virus que produjo este
caos global. Hoy es el primer día de aislamiento social, preventivo y
obligatorio.
Julieta,
mientras buscaba algún canal que le pareciera interesante para informarse, iba
poniendo la mesa junto a sus hermanos. De un momento para el otro en todos los
canales se reproducía lo mismo, como cuando hay cadena nacional o argentina
jugando un mundial , pero no era ninguna
de esas opciones. Era una chica que se llamaba Micaela y vivía en el año 2025
por lo que relataba.
Julieta
deja caer el control al piso y comienza a gritar: ¡MAMÁ, NOS VAMOS A MORIR!,
¿A vos te parece? ¡ NO LO PUEDO CREER!
No terminé el secundario, ni la facultad, ni alquilé un departamento, ni
me compré un auto, no me puse en pareja, no me separé, no me jubilé Y ME VOY A
MORIR.
Los hermanos
de Julieta daban vueltas por la mesa sin parar, su mamá no paraba de llorar y
su papá intentaba consolarlos.
Pedro, un niño de 6 años, el
hermano de Julieta, se encontraba en el sillón comiendo una banana en cuclillas,
como si fuera una mona. mientras miraba a todos enloquecer. En un momento se le
cae su fruta al piso y se pone a llorar.
Julieta le grita, “¡LA REGLA DE LOS 5 SEGUNDOS! corré Pedro que si no la
levantás antes de ese tiempo y la comés, es muerte instantánea.”
La
mamá de Julieta levanta una ceja sin entender de qué habla su hija. ¿Me estás
jodiendo ma? Cada día confirmo más que vivís en un tupper.
Luego
de unos minutos decidieron tranquilizarse y sentarse a escuchar el mensaje de
Micaela desde el futuro, querían comprobar si era cierto. La chica comienza su relato contando sucesos
del año 2020. Todo surge cuando en enero aparentaba ser un año normal, con
algún que otro comentario de que en el exterior un hombre se comió un
murciélago que desencadenó un virus “invisible”. Podría llegar a ser un nuevo integrante de
los Increíbles, pero se hablará con Disney para considerarlo como un nuevo
personaje. A pesar de esto en la
Argentina seguía todo normal. En enero
ya se empezaron a complicar las cosas. En las noticias argumentaban que vieron
un chancho volar. Sí, señores, posiblemente ya se olvidaron, pero arrancamos el
año con un chancho tirado de un avión sin explicación alguna. La cosa se puso
cada vez más oscura, arrancaron los incendios forestales y el calentamiento
global arrasando. Rugbiers borrachos también habrá, intenten no olvidarlos.
Ustedes
se encuentran hoy encerrados por primera vez, el presidente determinó 15 días
de cuarentena. Pero no tienen ni idea de
todo lo que está por venir, ni Cris Morena se animó a tanto.
Señoras y señores, exclamó Micaela,
el segundo tiempo se encuentra complicad.
Algunos de ustedes decidirán
irse de viaje al exterior en una pandemia mundial y quedarán ahí largos meses,
muy largos meses; demasiados largos, diría yo.
Las clases no volverán, se
deberán conectar por un plataforma llamada Zoom en donde intentarán seguir de
manera virtual. Si sos de la promo 20, lamento comunicarte que vivirán un sólo
día presencial. No te preocupes, vas a poder instalarte la aplicación Tik Tok
para aprenderte los bailes y seguir como si nada de esto estuviera pasando. El
mejor consejo que te puedo dar es que guardes la campera de egresados porque
vas a estar más al pedo que ella.
Bien,
¡sigamos! El sistema de salud comenzará a colapsar, por eso organizaremos un
aplauso a las 21:00 hs, todas las noches, para quienes trabajan en hospitales y
brindarles nuestro apoyo. A las 21:05 nos reuniremos fuera de nuestras casas
rompiendo la cuarentena para realizar un cacerolazo, si sos anti- cuarentena
posiblemente estés, y con un barbijo puesto, no vaya a ser que se pierda la
coherencia en este momento. Luego, al
subir por el ascensor de tu edificio, pegarás un cartel pidiendo que tu vecina
del piso 5 se vaya porque es enfermera, PORQUE ES ENFERMERA, sí.
Cada
15 días el presidente dará una conferencia para comunicar datos acerca de lo
bien que estamos aplanando la curva, el profesor Alberto nos dará unas clases
virtuales por la televisión. También aprenderemos a lavarnos las manos, ¡toda
la vida lavándote de manera incorrecta y te venís a enterar ahora! Vas a tener
dos opciones: cantar el Feliz Cumpleaños o, en su defecto, el Payaso Plin Plin,
siempre y cuando lo hagas dos veces.
Como si todo esto fuera poco
conviviremos con nuestro segundo peor enemigo: el Dengue; comprá Off lo antes posible porque la
semana que viene los productos estarán el doble que hoy, no nos olvidemos que
somos argentinos.
Uno de los primeros conflictos
surgirá cuando se realice un Baby Shower en cuarentena, reitero: somos
argentinos, no podremos dejar la apropiación cultural de lado.
Hablando
de culturas, el mundo va a estar muy mal. Los contagios serán altos al igual
que las muertes. Intentaremos firmar un
acuerdo con China para venderle cerdos, posiblemente vuelen, como los de
enero. Los norteamericanos están
jodidos, ¿te acordás de anonymous, un hombre con máscara que hackea internet?
va a volver para darle un mensaje al presidente. Será polémico y la sociedad en
todo el mundo comenzará a sacar teorías conspirativas porque con todas en las
que ya creamos no es suficiente.
Principalmente se hablará acerca de unos ángeles, porque la gente
escucha trompetas por las noches, y llegarán videos de todo el mundo.
Luego
que pase el tiempo, el dólar subirá más que los contagios, se abrirán los bares
y la gente saldrá bajo la lluvia a tomar un trago después de estar
encerrados. Los policías saldrán a
manifestarse pacíficamente por un
salario más justo y a la otra semana saldrán los empleados de salud, pero con
la diferencia de que serán reprimidos y
golpeados por la policía. En fin, Argentina.
Me
parece que decirte que tires la agenda que te compraste del 2020 ya es una obviedad. Y del año 2021 también,
porque nos enfrentaremos al Covid-sin vacuna y la cuarETERNA.
Pasan
unos segundos y la mamá apaga el televisor; nadie dice nada. Julieta rompe el silencio: ¡yo escucho las
trompetas! ¡ No te la puedo creer! Estamos peor que nunca.
El
papá de Julieta tenía la boca que se le caía hasta el suelo. Bueno, muchachos
estamos hasta la mona. Pero más mono está Pedro que sigue comiendo la
banana. Me gusta el apodo “monito”, que
dicen familia, ¿les gusta?
Roberto, ubicate en la
palmera por favor, expresa la mamá de Julieta, tengo un miedo.
Pedro
pide con muchas ganas que almuercen, ya tenía mucha hambre, no le había
prestado atención a nada de lo que había sucedido. El resto de la familia se
relajó, seguro no era cierto el video de Micaela, era muy exagerado, imposible.
Julieta
nuevamente prende la tele y en los títulos aparecía “Necochea: tensión ante un
Baby Shower que genera nuevos contagios”.
Nadie dice nada, sólo comen.
“Váyase al carajo,
cualquier colectivo le queda bien”
Giuliana Russo y Oriana Carossa
Diego, Norbert y yo somos amigos, nos conocemos
desde los 8 años. Vivimos muchas experiencias juntos, y en el día de hoy
ocupamos los tres el mismo departamento en la calle Junín. Diego es el
rey de la vagancia, un músico desempleado, tuvo la suerte de terminar la secundaria,
y cobrar la herencia de su abuelo.
Luego, está Norber, el más centrado de los tres,
labura en una oficina, es un escritor frustrado, bastante profundo, vive en el
pasado, medio bajón, pero es un tipazo.
-¿Y vos? ¿Por qué no te describiste Quique?
- Hace cuatro años nos
conocemos Richard, creo que tuvo bastante tiempo para sacarme la ficha.
Bueno, volviendo al
principio, vivimos muchas cosas, de las más extrañas e inusuales, la vida nos
voltea siempre a los tres juntos, y esta historia no es la excepción.
-Mirá que la sesión es de
cuarenta minutos Quique, tratá de no irte por las ramas.
- Soy un tipo de ciudad
Richard, no me gusta mucho la naturaleza.
- No estaba hablando de
es…
-Bueno, RETOMANDO, era
viernes, las tres de la tarde, recuerdo la hora porque estaba desayunando.
Norber laburaba, y Diego sacaba un tema del Indio sentado en el living. De
repente, Diego me mira, suspira frustrado y me dice, “Quique, estoy harto de
esta vida, somos dos larvas, hace tres meses que vivo de changas, Norber parece
nuestro viejo, nos mantiene como a dos bebés ¿No te sentís culpable?” Esas
palabras me mataron Richard, hice un click, y le dije que sí. Yo también quería
progresar, pero no quería hacerlo convencionalmente, quería buscar mi propio
camino ¿me entendés?
-¿Y qué hiciste?
- Armamos las valijas, y
nos fuimos a España.
- ¿A España? Si no tenés
plata ni para caerte muerto Quique.
- Bueno, al menos
lo intentamos. No sabíamos a dónde ir, pero sabíamos que éste no era nuestro
lugar. Bajamos y buscamos la primera señal que se nos cruzara por el camino. Lo
primero que vimos fue un auto, pero como no teníamos guita para el remís,
fuimos a la parada del 76.
- El 76, la casualidad
¡Qué casualidad!
- No creo en el azar,
Richard. Eso es para fracasados.
-¿Qué? Planeaste todo un
viaje basándote en señales y decís que no creés.
- Luego de 15 minutos de
viaje, le pregunté al chofer cuál era la última parada, al ver que el recorrido
terminaba en Colegiales, nos dimos cuenta que nos habíamos subido al 13 y…
-13, la equivocación.
- ¿Qué, sos numerólogo
ahora, pelotudo? No te pago la sesión para que me recites la tómbola.
- Te pido por favor que
mantengas la cordura Quique, no quiero terminar como la última sesión.
- Sí, tenés razón,
disculpá. De todas formas, el 13 no fue una equivocación, en ese momento
cualquier colectivo nos dejaba bien. Después de unas horas de viaje y otras
caminando, fuimos a parar al Puerto Buenos Aires. Diego ya se quería volver al
departamento, pero yo insistí para que sigamos esta aventura. Así que nos
subimos al primer barco que encontramos.
-¿No tenías guita para
un remís, pero sí para un barco?
- Lo loco de todo esto
es que nos encontramos casi seis lucas tiradas en el piso ¡Qué casualidad!
- Pero dijiste
casuali...
-Bueno, ya arriba del barco
estábamos contentos como perro con dos colas, teníamos un lindo camarote, con
vista al mar.
-Y, sí.
- ¿Estás gracioso hoy?
Me parece que hoy no te garpo un mango, no me dejás terminar ni una frase,
mucho título universitario, pero pocos modales.
- ¡Pero andate al carajo
Quique!
- ¡ESO ES LO QUE HICE!
Hubo problemas en el barco, una rotura en las tuberías internas, a las 4 horas
de viaje comenzó a hundirse, el capitán nos ordenó que nos vayamos al carajo y…
- ¡ANDATE AL CARAJO DE
MI CONSULTORIO ENRIQUE! NO ME IMPORTA SI TE FUISTE AL CARAJO DEL BARCO O A
ESPAÑA O A DONDE SEA, ME TENES HARTO. TE ACOMPAÑO HASTA LA PUERTA Y TE MANDÁS A
MUDAR.
-No se altere Richard,
no terminó la historia.
- LEVANTATE DEL DIVÁN,
VAMOS A LA PUERTA.
Me acompañó hasta la puerta,
y cuando me la cerró en la cara, pude ver el número del consultorio. Qué
casualidad, el 71, la mierda.
“Poner cara de Poker”
Ana Spagnuolo
- Full.
- Ya es la segunda mano seguida que me venís
ganando, Álvaro. ¿Por qué no bajás un cambio? Me vas a dejar seco.
- Lo que te molesta a vos es tener que gatillar el
Blue Label, sacate el cocodrilo del bolsillo, Medina.
En plena noche, entre bebidas alcohólicas de
alta graduación y partidas de Poker, ambos adinerados tomaron la iniciativa de
aclarar la situación sobre su comercio de chacinados adulterados.
- ¿Cómo te fue en la transa con la ganadera
arenales?
- Y..
- ¿Cómo y?
- …
- ¿Qué ponés esa cara, pelotudo de mierda? Mirame
y contestame.
- Resulta que arreglamos en que les dejemos al 40%
el lote de chorizos secos de gato y el surtido de achuras pasadas a cambio de
la distribución en otros pueblos más chicos.
- Te diste cuenta, ¿no?
- ¿De qué me tenía que dar cuenta? - Mientras le
cedía sus fichas al contrincante.
- Nos endeudaste, Medina. Estamos en la lona. Es
poco rentable en comparación de la cantidad de Dióxido de cloro que tenemos que
usar para blanquear las mollejas y los chinchulines.
- Va a terminar conviniendo, es un trueque a
cambio del progreso del negocio, el gordo Pablo sabe.
- ¿Pablo sabe? La puta que te parió. ¿Sabés que
sabe? Sabe boletearte si no le pagás en tiempo y forma.
- Bueno che, ¿por qué la próxima no vas vos
entonces? Me tomás para los mandados a mí y me echás en cara cómo gestiono. No
te olvidés que no soy yo solo el que está en la movida.
- Sí, te echo culpas porque después me llenás de
trabajo a mí por arreglar las cagadas que te mandás por ser complaciente con
los frigoríficos.
- Como si vos fueras un pobre diablo.
- ¿Qué insinuás?
- Que te hacés el que protege el negocio y se te
ve muy campante haciéndote de tus comisiones extras en mi ausencia.
Los minutos pasaban y los reproches del uno
hacia el otro aumentaban a medida de que sus voces se elevaban.
Álvaro y Medina
eran iguales, ambos preocupados por ver crecer los números en sus cuentas
bancarias sin importarles la cantidad de consecuencias en la población generaba
su negocio ilegal.
El ambiente estaba lleno
de humo de habano y parisiennes, sus alientos estaban agrios de tanto beber y
la guardia de ambos bajó por el estado que manejaban.
- Bueno, Medina. ¿Sabés qué? Cortémosla. Entre
fantasmas no nos vamo´ a pisar las sábanas. Mejor bajar un cambio
- Tenés razón, Álvaro. ¿Por qué no comemos algo y
relajamos? Podemos armar una picada con los fiambres buenos, los de consumo
personal.
Medina fue a la
despensa, con su andar bobo y su cara de nada. Y preparó una tabla surtida de
fiambres.
Inflados como sapos y ya
más calmados, comenzaron a sentir cómo el Don Perignon y la picada les bailaba
un candombe en la panza.
- Pero che, siento el estómago fermentado.
Increíble el dolor que tengo.
- Ah, ¿a vos también te está pasando?
- Medina...
- ¿Qué?- Dijo - Mientras jugaba con los hielos
derretidos en el fondo del vaso.
- ¿Con qué mortadela hiciste la picada?
- Con la que estaba tapada con las sábanas.
- ¿Vos no pensás un poquito lo que hacés? Quedamos
en que las de la mesada eran para
despachar a Lobos. ¡ERAN LAS DEL FONDO LAS QUE TENÍAS QUE CORTAR!
- Tengo que ir al baño urgente.
- Jodete, paso yo primero.
- Voy y vengo rápido, no aguanto.
- Te pasa por idiota, voy yo.
Corriendo y empujándose
para ver quién lograba llegar al toilette, la noche concluyó con ambos
mercaderes habiéndose desgraciado, retorcidos del dolor en el pasillo causados
por una fuerte intoxicación y soltándose insultos por lo bajo.
“Vender
gato por liebre”
Iara
Borzgurtián
Una mañana, un alma amanece en la oscuridad de una cabaña; oscuridad
del encierro es lo que la rodea hasta que se levanta, desde el pequeño hueco
que se podría llamar ventana entra una pequeña ráfaga de viento que le comunica
que hoy no es una buena mañana, a lo lejos en la neblina no sabe lo que le
sucederá ni el día que le espera y el destino que la rodea.
Ya despabilada, el alma mira a quienes la rodean: “voy a buscar
alimento para el día de hoy, familia, no me esperen despiertos que quién sabe
Dios a qué horario volveré o si tan sólo lo haré”.
El alma sale y repite su rutina matutina sin saber que el día de
hoy todo parecería risas, pero entre tanta risa la sonrisa se ahogaría y esa
boca no emitiría sonido alguno más en toda su vida.
Exhausta, el alma descansa un rato a la sombra del día; qué
vueltas locas da la vida, un tiempo más y el frescor sería lo único que la
rodearía, ya que la calidez de la vida se iría tan simple como dos almas en un
día chocarían.
Hora de comer, ¿qué bichito me esperará hoy?, qué hambre inmenso
tengo, me podría comer a una multitud entera, pensaba el alma.
El alma número uno se sienta a devorar.
Lo que el alma número uno no sabe es que un cazador la está
mirando y piensa atacarla.
El alma número uno muere, siendo esta el platillo de alguien
más, el cazador fue cazado.
Una mañana, un alma amanece en la oscuridad de una cabaña;
oscuridad del encierro es lo que la rodea hasta que se levanta, desde el
pequeño hueco que se podría llamar ventana entra una pequeña ráfaga de viento
que le comunica que hoy no es una buena mañana, a lo lejos en la neblina no
sabe lo que le sucederá ni el día que le espera y el destino que la rodea.
Ya despabilada, el alma mira a quienes la rodean, “voy a buscar
alimento para el día de hoy, familia, no me esperen despiertos que quién sabe
Dios a qué horario volveré o si tan solo lo haré.
El alma sale y repite su rutina matutina sin saber que el día de
hoy todo parecería risas pero entre tanta risa la sonrisa se ahogaría y esa
boca no emitiría sonido alguno más en toda su vida.
Exhausta, el alma descansa un rato a la sombra del día, qué
vueltas locas da la vida, un tiempo más y el frescor sería lo único que la
rodearía, ya que la calidez de la vida se iría tan simple como dos almas en un
día chocarían.
Hora de comer, ¿qué bichito me esperará hoy?, qué hambre inmenso
tengo, me podría comer a una multitud entera, pensaba el alma.
El alma número dos se sienta a devorar.
El alma número dos alaga a su amigo el cazador por el festín que
le dio el día de hoy.
El alma número dos muere siendo el platillo de alguien más, su
platillo lo terminó devorando a él porque una enfermedad le comenzó a dar y ésta
de él se comenzó a aprovechar.
El cazador terminó cazando dos vidas, su amigo fue su segunda
presa sin pensar que el primero pronto volvería y se vengaría.
Así, es como un día, en un lugar, dos almas se devoraron a sí
mismas sin saber que como resultado crearían una tercera.
Nuestro querido Chino, amigo del cazador se comió a nuestro
querido amigo murciélago, ambos dando vida a un fiel tercero. Sr. Coronavirus,
que bien coronó a ser el mejor de los tres, porque él sí cumplió la frase de
“hoy me podría comer a una multitud entera” y así fue, pasó por donde quiso e
hizo lo que quiso. Ahora quien no esté de su lado no debe salir de su caverna
inicial. El principio del final. Nuestro querido cazador siendo un tercero en
la historia nos terminó embaucando, nos vendió gato por liebre, o mejor dicho
vida por muerte.
“Poner un circo y que te
crezcan los enanos”
“Cree el ladrón que
todos son de su condición”
Candela Rocco e Iara
Speroni.
No
sé si alguna vez les conté la historia de mi amigo Pancho. Ustedes que lo
conocen saben que es un tipo alto, bien vestido, bastante flacucho, pero no lo
suficiente como para preocuparse. Probablemente no me crean un carajo cuando
les diga que viene de una familia de enanos, y tienen razón, yo tampoco lo
creería. Pero yo al Pancho lo conozco desde pibe, y se cómo fue la posta.
Ustedes elegirán si creerme o no, pero la cosa es más o menos así: Pancho viene
de una familia de enanos. Y no sólo eso, él fue enano también. Y seguro
piensen, ¿pero cómo loco?, si el enanismo es una condición, una enfermedad, si
esa gente no crece. Y yo les puedo jurar y perjurar que es cierto. Bueno,
volviendo al tema, la familia del Pancho era muy numerosa (cosa de once
hermanos, conocerán a uno que otro, creo que el Negro hasta estuvo con una de
sus hermanas), y muy pobre. Y decir muy pobre quedaba chico, esos no tenían ni
lugar para caer muertos. La cosa es que el viejo se queda sin laburo, y no saben
qué hacer, ya que como saben, por la condición y todo eso, no los toman en
ningún lado. La cosa es que un día, entre charla y alguna que otra birra entre
el viejo y los hermanos mayores, se les ocurre ponerse un circo. Seguro que se
me están cagando de risa, y que ni se imaginen cómo un tipo como el Pancho,
todo serio y de traje cómo anda por ahí, haciendo de payasito en un circo. Pero
se los juro por mi vieja, se pusieron un circo. Cosa va cosa viene, y se hacen
famosos. Es más, si van al pueblo y preguntan, los reconocen al toque, si gente
de todos lados venía al circo de los enanos. En ese momento mi vieja todavía
vivía, y sí hemos ido a verlos con la doña, eran muy chistosos esos tipos. No
te digo que pagaría una entrada para ver a unos enanos haciendo boludeces, pero
como la familia del Pancho me quería mucho, y a mi vieja también, nos dejaban
entrar gratis.
Al
principio iba todo bien, juntaban bastante guita como para mantenerse, se
terminaron la casucha que tenían, le compraron zapatillas a todos los pibes.
Pero nada, vieron cómo es la gente, que ve mucha guita y quiere más y más. El
circo les hacía ganar lo suficiente, pero los guachos ésos empezaron a hacerse
ambiciosos, y no les alcanzaba con todo el lujo que ya se estaban entrando a
dar. A la madre del Pancho, que en paz descanse esa bruja, se le ocurrió que
los pibitos más chicos empezaran a robar. Le robaban a los espectadores los
descarados, se habían aprendido varios trucos, y mientras los pibes grandes
daban función, los pibitos se metían entre el público y afanaban. Como eran
pendejos, y encima enanos, ni se veían, la gente ni sospechaba.
Empezaban
por anillos o pulseritas de mujeres o nenas, después siguieron por billeteras,
ropa, artículos que las mujeres se traían en los bolsos, de todo. Todo lo que
dejaban a su alcance lo succionaban como si fuesen aspiradoras tragando mugre.
Y mirá si eran rápidos esos pendejos, que la gente ni se mosqueba. Se los
cuento así porque lo vi, lo viví, a mí no me lo contó nadie.
La
cosa es que como los hermanos habían empezado de muy chicos a robar, pensaban
que eso estaba bien, que todo el mundo lo hacía. La bruja de la madre les
enseñó eso, y así quedaron los pobrecitos. Ah, y encima, el Pancho, los
hermanos grandes y el viejo ni enterados, porque se lo guardaba todo la bruja
para ella, y con la guita le compraba cosas a los guachos para que se callen.
Bueno, pasó un tiempo, más funciones, más choreos, hasta que un día uno de los
más más chicos, el Julito, se le ocurrió querer robarle un anillo a una gitana.
¡Ay, pa´ qué lo habrá hecho! No saben el despiole que fue eso. La gitana se volvió
loca, la cara se le puso como un tomate, y arrancó un quilombo de aquellos. La
gente se entró a dar cuenta que le faltaban cosas, y todo eran gritos y
desastres. Y claro, como a los guachitos desde chicos que le enseñaron que eso
estaba bien, que era lo normal, pensaba que todos lo hacían, que eran todos
chorros como ellos. No saben lo que costó explicarles a los pobres pibitos, que
imagínenselos, re cagados de miedo en el medio del lío bárbaro que se había
armado. Esa noche devolvieron todo, pero la gente se fue re caliente, imagínense,
les pagaban la entrada y encima les robaban. Cuando ya el circo estaba casi
vacío y empezó la discusión familiar, porque el viejo y el Pancho, y los
hermanos grandes, obvio, no entendían lo que pasaba, la gitana, que todavía no
se había ido, se acercó despacio a la madre, y bien calmada, que parecía otra
persona diferente a la loca de hacía unos minutos, le dijo que vayan buscando
otra cosa para lucrar porque al circo no le iba a ir nadie más. La bruja se le
cagó de risa, y la gitana se fue así, tranquila como vaca en feria vegana. La
familia se fue a dormir pensando en la próxima función, y nadie le dio ni
pelota a la gitana.
Al
otro día bajaron la carpa y cerraron el circo. ¿Por qué? se estarán preguntando
ustedes seguramente. Todos habían crecido. El más petiso de los pendejos media
un metro setenta. Nadie lo podía creer, estaban irreconocibles. Mismo yo,
cuando fui a la noche a ver al Pancho, casi me muero de un infarto cuando vi
que me sacaba cómo dos cabezas. Andá a saber qué les habrá hecho la gitana ésa
y cómo. Sé que esto les debe parecer el chamuyo más grande que escucharon en su
vida, pero vayan y pregúntale al Pancho, vayan y pregúntenle por qué es gitano
ahora.
Más perdido que turco en la neblina;
Historias que hacen al Turco, mi
mejor amigo.
Agustina Guerendiain
El Turco es un hombre de mi misma edad. No sé cómo nos conocimos,
tampoco conozco su nombre real, pero al día de hoy somos inseparables. Es un
hombre alto como un poste de luz, y tan flaco que puede pasar desapercibido de
perfil; casi como si fuera un hombre de dos dimensiones, no de tres. Tiene ojos
negros, muy oscuros y brillantes… tan brillantes que, en las noches, le
pregunto al Turco si puede abrirlos para yo encontrarlo en la oscuridad. Él los
abre, y yo lo encuentro. Tiene el pelo muy extraño; nunca sé si lo tiene lacio
u ondulado, quizás hasta tiene un par de rulos bien formados sobre su frente,
mientras que en su nuca su pelo se decora con frizz. Pero no me molesto
en preguntar, simplemente porque es el Turco y al Turco no se le pregunta nada.
Es un hombre bastante sincero y amable, pero hay días que me asusta. Días en
los que lo encuentro usando túnicas de su abuela fallecida, días en los que se
olvida sus zapatos, y hasta días en donde se pregunta qué tan divertido puede
ser bajarse sus propios dientes de un portazo, para después, probar cómo se
sentirán los dientes postizos.
Sin embargo, yo lo quiero. A pesar de que haya tenido etapas
extrañas a lo largo de su vida, lo quiero mucho. El Turco, de vez en cuando, me
recuerda todos los momentos en los que sostuve su mano sin juzgarlo; cuando
decidió convertirse en anarquista y hacer una huelga de hambre para conocer al
presidente de la Nación, cuando comenzó a trabajar de bartender sin saber qué significaba ser bartender, cuando tuvo que tatuarse la mirada de Diego Maradona con
tal de conseguir un celular nuevo, incluso cuando se convirtió en flogger
para entender el sentimiento de pertenecer a una tribu urbana… yo estuve allí
siempre, recordándole que seguía siendo mi mejor amigo. Recordándole que
seguiría siendo el Turco, a pesar de ser anarquista, bartender, futbolero o flogger.
El Turco siempre fue un hombre bastante extravagante, incluso
impulsivo. Es muy espontáneo; recuerdo cuando a los 15 años me preguntó cómo crear
una bomba molotov. ¿Qué iba a saber yo de eso a tan corta edad? Lo más
arriesgado que había hecho hasta ese entonces fue armar un porro a escondidas
de mis papás. Y, sin embargo, el Turco me rogaba que le dijera, que era
importante, decía. Lo recuerdo perfectamente, porque cuando por fin encontré la
forma de crear una bomba molotov casera, él no esperó ni un minuto más y fue a
hacerla. Por mucho tiempo me pregunté el porqué de aquella prisa, pero nunca
obtuve una respuesta concreta. Me enteré por cuenta propia, al final, que el
Turco había tirado esa bomba para vengarse de su padre abusivo, quien le pegaba
constantemente a su madre. Me pareció algo loco pero lindo, porque sabía que si
yo estaba en problemas, mi mejor amigo vendría a rescatarme.
Pero un día ocurrió algo bastante raro.
Era una noche fría. Con el Turco nos habíamos ido a acampar,
porque queríamos ver si podíamos estudiar las estrellas y, de paso, encontrar
un par de ciervos. Había mucha neblina, mucho rocío y sonidos provenientes de
lechuzas y pájaros bastante perturbadores. Yo no me di cuenta, pero el Turco se
había perdido entre la neblina; se había alejado tanto que, al final, no
encontró el camino de regreso a las carpas. Puedo afirmar que me asusté; no
tenía a quién llamar, se me había perdido mi mejor amigo y, además, tenía miedo
de que haga alguna de las tantas locuras que se le ocurrían. Empero, volvió a
la hora de perderse. Volvió casi desnudo, y me pareció tan tonto que nos echamos
a reír como unos desgraciados.
Pero cuando volvimos de aquel campamento, al parecer el Turco se
vio iluminado por un deseo incesante de sentir el amor. Ya había sentido la
muerte, el dolor, las contracciones, incluso ya sabía cómo se sentía clavarse
un clavo en la planta del pie. Pero nunca había tenido una pareja, incluso ni
siquiera sabía si le gustaban los hombres o las mujeres. Nunca se había
cuestionado su sexualidad, ni siquiera en sus momentos más críticos, como la
vez de la huelga anarquista. Así que, decidí sentar a mi mejor amigo para tener
una charla íntima sobre el amor.
Le conté sobre mí, sobre cómo descubrí mi sexualidad. Al final,
aquella historia no se comparaba ni en lo más mínimo con las historias del
Turco, pero realmente esto no era una competencia sino una enseñanza de vida.
Me di cuenta de que yo era bisexual cuando vi Hocus Pocus, porque no
estaba enamorada de Max Dennison, sino también de la bruja rubia, la
aclamada Sarah Sanderson. Así fue como me di cuenta de que mis gustos
variaban; al tener experiencias extrañas con chicos y chicas comprendí que lo
mío no era el amor, sino lo casual y lo divertido. Y en ese momento, el Turco
me miró a los ojos y dijo las siguientes palabras:
“Decidí que me voy a enamorar de vos.”
No esperaba mucho más del Turco, era medio tonto a veces. De vez
en cuando, me hacía preguntas bastante tontas: ¿Por qué si el agua es azul
entonces nuestra sangre es roja? ¿Por qué el hombre embaraza a la mujer y no la
mujer al hombre? ¿Por qué en vez de competir Pepsi y Coca Cola, mejor no crean
un imperio de gaseosas fusionándose? En fin, así era él.
Le conté que el amor no se elige. Uno no puede decidir si
enamorarse o no de alguien en particular. El amor era, por así decirlo, como
él. Era espontáneo y muy extraño, aunque bastante cálido. A veces podía doler,
como la vez en la que se le cayó una pesa encima de la cabeza cuando el Turco
intentaba hacer malabares, y otras veces podía ser divertido, como aquella
noche siendo adolescentes en donde probamos por primera –y última vez –la
marihuana. El amor viene sin que nosotros lo esperemos, no decidimos aquel
sentimiento que llena los pulmones y acelera el corazón. Es cuestión, al fin y
al cabo, de lo que elija nuestra mente y nuestro cuerpo, y nosotros simplemente
tenemos que intentar aceptarlo, a pesar de que duela o lastime.
Pero luego de haber sacado aquellas palabras desde lo más profundo
de mi alma, recuerdo que el Turco solamente suspiró cansado. Me comentó que el
amor parecía aburrido, y que era demasiado complicado para su mente. Él solo
quería comprarse un conejo y luego, si llegaba a aburrirse de él, cocinarlo.
Para ser sincera, no me había sorprendido escuchar aquellas
palabras. Así que simplemente… seguí con mi vida, seguí siendo yo y seguí
apoyándolo, a pesar de que este hombre esté loco. Si se preguntan qué pasó con
el conejo, efectivamente lo cocinó y se lo comió. Pero así es el Turco, a veces
se pierde entre la neblina y por arte de magia se ilumina. Crea y destruye al
igual que la misma vida, pero sé que a mi lado siempre seguirá siendo auténtico
y humilde. Siempre seguirá siendo, por el resto de mi vida, mi mejor amigo.
Mucho
Ruido, Pocas nueces
Milagros
Zmijak
Era
una tarde de invierno, estaba fresco, había niebla en el patio, las calles estaban
vacías y la soledad predominaba. Estaba aburrido, no sabía qué hacer, pensaba
en dibujar, pero, ¿Que mierda voy a dibujar yo? ¡Ni en el jardín me salía! Cada
vez que era el día de la madre o del padre…mamita querida…pobre mamá… el dibujo
de la familia parecía como si estuviéramos en octubre, en la época de
Halloween. También pensé en ponerme a coser un pantalón roto que tenía desde
hacía años, pero, ¡JÁ! Mirá si me iba a poner a coser yo, no sé ni atarme los
cordones de las zapatillas ni anudarme una corbata para ir a laburar, tenía que
llamar a la costurera, pero era domingo, y no la quería
molestar. Mañana me tengo que
acordar de hacerlo…pero vos y yo sabemos que eso no va a pasar. A veces pienso,
no puedo ser tan salame, se me cruza por la cabeza que mis viejos me hicieron
ser tan inútil, pero a la vez les agradezco siempre su cuidado…voy a tener que
empezar a hacer algo con mi vida.
Me
tiré en el sillón con las patas para arriba y pensé qué podía hacer. Desde lejos
vi unos libros, me puse los lentes para ver de qué eran porque no veía un periquete.
¡Hice zoom con la vista y exclamé! ¡AJÁ! ¡QUÉ BOLUDO! ¡YA SÉ QUÉ HACER! Eran
unos libros de cocina; hace unos años atrás hice un curso de pastelería con el
Maestro Marcelo Vallejo, ¡cómo lo disfruté! Creo que fue una de las mejores
experiencias de mi vida. En fin, me levanté del sillón, lo cual me costó un
montón y chusmeé los libros, había cada receta, que se me hacía agua en la
boca, claramente, ¿si no dónde se te va a hacer agua?. Pasé las
páginas por un buen rato
hasta que encontré una que me encantó: un budín de nueces y manzanas caramelizadas.
“Fuaaaá”, grité, ni el loro se enteró. Busqué en mi despensa y claramente no
encontré nada, estaba todo vacío y desordenado, en mi cabeza pensé: “Mucho
Ruido, Pocas nueces”, por el quilombo que había y claramente no había un carajo
para crear.
No
puedo seguir viviendo en la mugre, exclamé. Finalmente, decidí empezar a hacer
algo con mi vida, puse Soda Estéreo al palo y me puse a barrer, a limpiar y a
baldear, mientras cantaba, solo, estaba como en un concierto, para muchos será
algo aburrido, pero para mí, era como ganar la lotería.
Ir a las chapas
Rocío Masullo
Muchas
cosas pasan por ir a las chapas.
Por
querer hacer algo rápido, la rapidez lleva a la torpeza.
No
sólo se puede ir a las chapas en cuanto a lo terrenal o material, sino también
en los pensamientos. Si esas dos formas de ir a mil se juntan, pueden ocurrir
situaciones muy torpes, que, al fin y al cabo, terminan poniendo trabas a la
acción.
Mauricio
vive yendo a las chapas. No sólo quiere hacer las cosas rápido, sino que su
cabeza está en otro lado. Así se encuentra con su pie atascado en el portón, ya
que va a cerrarlo antes de terminar de pasar. Se ríe y sigue. Pero cada día
después de comprar, vuelve a pasarle lo mismo. Al igual que le queda media
pierna afuera cuando sube al auto.
Él
sabe que es muy ansioso, pero sin darse cuenta, vuelve a estar en la misma
situación una y otra vez. No puede ir en el auto sin controlar constantemente
el volumen de la radio. ¡Y que no vaya a quedar en número impar! Como su mente
va a mil, no se da cuenta ya, pero sube y baja el volumen constantemente,
dependiendo de cuánto ruido haya afuera.
No
puede hacer una sola cosa a la vez. Generalmente está haciendo dos o más.
Parece que alguien lo estuviera corriendo, pero no es así.
Él
tiene que cocinar, mientras limpia, a la vez que pone la mesa y dobla la ropa.
Se olvida del agua que puso a hervir, o se le queman las milanesas. Pero es
entendible, todos somos un poco Mauricio a veces, cuando la casa es un caos.
Pero a él, la cabeza no le para un segundo.
Después
de comer, y olvidarse de tomar algo para bajar la comida, va al baño, se sienta
en el inodoro y a la vez se lava los dientes. Se acuesta por la noche en su
cama, y apaga la luz. No puede dormirse y da vueltas. Cada posición es más
incómoda que la anterior. Piensa en todo lo que hizo en el día, y se propone no
engancharse el pie con el portón al día siguiente. Aunque ya sabe que volverá a
pasar. Pone música tranquila en sus auriculares y comienza a quedarse dormido. Después
de unas buenas horas.
En
fin, todo eso le pasa, por ir a las chapas.
Ponerse
la gorra
Lucila
Vela
Aquel invierno fue el más frío de la historia; las personas
andaban por la calle con tanta ropa que no podía distinguirse quién era
quién.
La noche del 9 de octubre, en la calle Montes al 102, un grupo de
amigos festejaba el cumpleaños de Ámbar, quien había organizado una pequeña
fiesta con sus amigos más cercanos para celebrar su cumpleaños número 30.
Allí estaban presentes Lucas, Mariano, Rosa y Paloma. Lucas y Mariano vivían
juntos en frente del departamento en el que Rosa, Paloma y Ámbar habían estado
viviendo desde hacía ya dos años.
Esa noche sus amigos intentaban animar a Ámbar, ya que ella no
disfrutaba festejar su cumpleaños desde chica, por lo que Lucas, Mariano, Rosa
y Paloma habían preparado un regalo sorpresa entre todos, y así poder animar a
su amiga. Al principio todo parecía estar bien, pero en el momento en que
tenían que darle la sorpresa, se dieron cuenta de que ninguno había ido por el
regalo a la tienda donde lo habían encargado.
El lugar donde lo habían comprado era muy lejos y afuera estaba
nevando, luego de echarse la culpa entre todos, decidieron inventar algo en el
momento, ya que su amiga estaba esperando esa supuesta sorpresa muy ansiosa.
Lucas, quien era el cómico del grupo, ideó un plan para distraerla mientras los
demás decidían qué hacer.
Lucas, comenzó a hacer lo que mejor le salía: contar chistes, pero
eran tan malos que Ámbar comenzó a sospechar de lo que ocurría, entonces su
amigo sacó un gorra de su mochila y le dijo que ése era el regalo. Ámbar,
encantada, ya que amaba las gorras, le dio las gracias al grupo y se puso la
gorra. Cuando preguntó cómo se les había ocurrido regalarle eso, Rosa,
nerviosa, dijo que se habían inspirado en aquel día en que Ámbar no quiso salir
de fiesta.
Todos rieron, por lo que el momento pasó. Finalmente, Ámbar
disfrutó de su cumpleaños junto con sus amigos, pero esa noche no se “puso la
gorra”.
Chocolate por la noticia.
Candela Bestilleiro
- La concha de mi madre. - Exclamó María
Elena, cuando se dio cuenta de que eran las 3 de la tarde del Lunes. Se había
quedado dormida, igual eso era lo que menos le molestaba. Lo que realmente le
jodía la existencia era que se había olvidado el budín en el horno y ahora la
casa parecía un sauna, esos adonde van los pelados precoces a quejarse de sus
mujeres.
- Pero por qué no me morí asfixiada mejor. -
Dijo en voz alta. Agradecía todos los días que nadie viviera con ella, porque
si la llegaban a escuchar hablando sola (teniendo en cuenta las cosas que
decía), posiblemente terminaba encerrada en el Cottolengo. En fin, se puso a
limpiar ese desastre que llamaba ‘hogar’ y cuando se hicieron las siete de la
tarde, se fue a trabajar.
María Elena trabajaba en una estación de servicio, entraba a eso de las ocho y salía como a las seis de la mañana. Odiaba su laburo, bah, no era malo, no cobraba mal tampoco, pero su compañero era, como decía ella, ‘un gordo desagradable’. José se llamaba, pero le decían ‘El Pepe’. Le hacía la vida a imposible a la pobre piba, le tiraba comentarios asquerosos y hasta le robaba los chocolates que ella se traía de vez en cuando. ‘‘Ojalá te mueras atragantado, termotanque de sopa’’, le dijo una vez en un momento de furia.
Ese día, María llegó 10 minutos antes de lo habitual. Parece que
ese día el chofer del bondi (siempre viajaba con el mismo, Darío se llamaba)
estaba feliz, hasta había puesto unos temas del Chaqueño Palavecino. Ah, cómo
le gustaba el folclore a ese tipo.
- Hola, cabecita de playmovil. - Le gritó
el Pepe desde el otro lado del mostrador.
- No me rompas las bolas, tragador de
bondiolas. - Le contestó sin devolverle la mirada. Cómo detestaba a ese
tipo.
Cuando llegó la hora de comer, a eso de las once y media, ocurrió algo muy chistoso. Bueno, para ella fue así, para el Pepe y la gente que los acompañaba fue una situación estresante. Resulta que José, fiel a su estilo, le robó el chocolate a María, pero el muy tarado no se dio cuenta que tenía maní hasta que no tuvo mitad de la golosina en la garganta. Él era mortalmente alérgico al maní. Cuestión que la cara se le empezó a poner colorada y se le hinchó, parecía una bombucha a punto de reventar. Después de que una señora se desmayara del miedo y otra gritara una incoherencia sobre que la culpa era de los gays, se llevaron al Pepe al hospital. María Elena se rió tanto, que la panza le empezó a doler como si un equipo entero de Rugby la hubiese pateado.
Cuando Mari llegó al trabajo al otro día, se dio cuenta de que
José no estaba, pero sí estaba su jefa, Cumbio. Increíble como esa mina, años antes
había sido una ídola flogger y, ahora era gerenta de una estación de servicio
en medio de Lanús. Lo más gracioso es que seguía vistiéndose igual, el mismo
corte, los mismos jeans tiro bajo, el mismo pañuelo a cuadros.
- Hola. - Dijo María Elena. No sabía que decir, nunca venía por
estos lados.
- ¿Te enteraste lo de José?
- No. ¿Qué le pasó?
Cumbio se empezó a reír a carcajadas.
Claramente, el Pepe no era alguien querido por las mujeres.
- Se murió el imbécil. Se comió un chocolate con maní y se ahogó. Qué gordo
estúpido. - Le contestó mientras sacaba algo del bolsillo. - Tomá, para vos.
Era un chocolate. María se aguantó la
risa. Le dieron un chocolate por la
noticia.
"Más vale pájaro
en mano que cientos volando”
Agustina Pirotti
Ángel, o Angelito como suele llamarlo su madre,
es un muchacho macanudo de 14 años, petiso y medio regordete que no socializa mucho,
desde chico ya era medio pelotudo como decía su papá, le costaba hacer amigos
porque en el colegio tenía que bancarse las burlas de sus compañeros al
llamarlo gordo bidón de tuco. Entonces Angelito ante esta circunstancia
desarrolló un mecanismo de defensa para que nadie lo lastime: aprendió a
encerrarse en sí mismo, a desconfiar de otros y no se abría emocionalmente con
nadie, el gordo tiene el afán de hacerse el culto incomprendido, nunca me voy a
olvidar cuando una vez me dijo que la sociedad en la que vivimos no es más que
una suciedad, porque para él, el ser humano es malo por naturaleza y daña
todo lo que está a su paso, y consideraba que los animales son los únicos seres
puros y exentos de malicia de este planeta. El crío me decía que su criatura
favorita son las aves, el pobre gordo siente una conexión extraña y única con
estos animales, es tanta su obsesión por estos vertebrados que su sueño es
reencarnar en uno de ellos, para ser más
específicos, quiere convertirse en un águila, porque ansía ser libre y desplegar
sus alas para volar alto.
El pibe siempre andaba por las nubes, con lo
cual creó esta extraña manía que preocupaba a sus padres. Para ellos Angelito
es medio enfermizo, en mi opinión es medio boludo pero es piola, sabían que
necesitaba ayuda pero no son muy devotos de la psicología, la consideran una
pérdida de tiempo; su viejo dice que estos profesionales no son más que unos
tránfugas y le roban plata a la gente boluda. Por eso sin dudarlo dos veces,
optaron con mandarlo a la curandera del barrio, mejor conocida como la Tuerta,
por su ojo derecho desviado, la vieja media ciega, le dio a Angelito un raro
remedio curativo, del cual el gordo sospechaba un poco de la textura espesa del
líquido, pero como llevaba varias horas sin comer, porque la curandera le
dijo que venga en ayunas y, claro el pobre crío no daba más del hambre, así que
sin pensarlo dos veces se lo tragó entero. Bueno, indudablemente sus viejos al
principio pensaron que el remedio había surgido efecto porque el niñito
por fin había dejado de admirar su libro de ilustraciones sobre el Maravilloso
mundo de las aves, ni pedía ir a la plaza para darle de comer a las palomas. El
gordo se pasó una semana en la cama y tampoco comía, los papás al ver esto
creyeron que su hijo por fin se había curado, y ellos, felices porque
estaba perdiendo peso; pero con el pasar de los días se percataron de que
Angelito estaba muy pálido, imaginate con lo colorado que es el muchacho, ahora
parecía un fantasma. Entonces optaron por llevarlo al médico. En ese instante
el pediatra les notificó que su hijo padecía de gastroenteritis. Una tristeza
me da el Ángel, nunca pegaba una, y sus padres le hicieron la cruz a la Tuerta
porque la curandera podía ser media ciega, pero para la plata la vieja no era
boluda, sabía aprovecharse de la situación así que le dio al niñito un remedio
curativo putrefacto.
Como sabemos, el gordo es bastante introvertido
pero inteligente, no sale a ningún lado, más que a la plaza del barrio para ver
a la palomas, porque admira cómo aquellos bichos mueven su cabeza al caminar, y
no podía evitarlo: quería tenerla de mascota y ansiaba con entrenar al ave para
que sea una paloma mensajera como había visto en Harry Potter. Un fin de semana,
que sus papas no estaban, aprovechó y robó del botiquín del baño una
pequeña dosis de valeriana, lo suficiente para echarle en la comida de las aves
así podía llevarse una paloma a su casa, el pequeño vertebrado al comer las
semillas que le dio el gordo cayó dormida. Así que Angelito la agarró y
se repitió para sí mismo “más vale pájaro en mano que cientos volando” mientras
soltaba una carcajada ahogada porque bueno, también era asmático. Hedwig le
puso de nombre al pobre animal que le hacía la vida imposible, el muchacho
piensa que aquel bicho es una persona y le habla como si fuera su amigo. Si
esto no fuera poco, ahora el niñito no solo padecía una obsesión por las aves,
sino que también es fanático de Nirvana, y asegura que Kurt Cobain le había
escrito una canción. Me asombra la imaginación que posee el pibe, esta
enfermedad por aquella banda norteamericana comenzó cuando Angelito estaba
escuchando la radio en su pieza, es necesario aclarar que la familia no tiene
televisión porque el gordo se la pasaba viendo National Geographic hasta la
madrugada y por culpa de este, sus viejos debían pagar el doble por el cable,
así que optaron por cortar el servicio para que el muchacho haga otra cosa con
su vida.
Al niñito solo le dejaron una radio a pila,
como las que se usaban antes, para que no siga jodiendo, solía pasar horas
encerrado en su cuarto escuchando la pequeña transmisora y dibujando, cuando un
día suena una canción que le llamó la atención, “Plateau”, de Nirvana. El gordo
cree que ese tema fue escrito para él, porque hablaba de un libro ilustrado de
aves, es más, el pibe con toda la confianza asegura que Kurt Cobain
sabe de su existencia y considera al gringo como “el dios de la música
underground”, no se cansa de decir que el
vocalista de la banda le dejó mensajes ocultos en sus canciones para que él los
descifrara.
En mi opinión, puedo confirmar que el gordo no
es mal pibe, la verdad que me da pena, le cuesta un poco, pero es buena onda
cuando quiere, pero no sé qué va hacer cuando se entere que hay aves en peligro
de extinción y que Kurt Cobain está muerto.
"Allá
donde fueres, haz lo que vieres”
Romina Berón
Allí
relajado con su espalda apoyada en un árbol, descansaba Bruno. Estaba agotado
luego de esa sesión de zumba en el parque. Bruno no sabía por qué, pero en el
momento en el que vio a esas cuatro señoras, bailando canciones de Chayanne que
no pudo sacar de su mente durante toda la tarde, automáticamente se les unió.
No sabía de dónde había salido tal voluntad, él no escuchaba a Chayanne, su
mamá sí, pero él no. Él no bailaba nunca, sin embargo ahí estuvo hasta hace
unos minutos junto con María Isabel moviendo sus articulaciones e
intercambiando recetas. Ahora descansaba bajo un árbol con un desesperante olor
proveniente debajo de la axila. Bruno no sabía por qué, pero allá donde iba,
hacia lo que veía. Ya no lo soportaba más, a veces eran cosas inofensivas,
como imitar a su papá reparar el lavarropas y este llevándose un pequeño golpe
en la cabeza por cometer los mismos errores que su progenitor, pero él sólo
estaba copiándolo. Sin embargo, otras veces, no voluntariamente imitaba a su
perro. Ayer fue cuando su mamá lo retó al verlo lamiéndose una pierna y meando
en el patio. No podía evitarlo, salía de su control, fue así desde pequeño,
pero debía haber una razón, tenía que conseguirla. “Ma, ¿por qué soy así?”
“No me
molestes ahora Bruno, estoy lavando los platos” automáticamente el pequeño se
puso al lado de la madre e imitó su hacer. Elena, su progenitora, no pudo
evitar cristalizar sus ojos al ver a su hijo hacer todo sin ninguna voluntad y
deseo. Decidió que era el momento: - “Bru, fuiste embrujado”
-
“¡¿Qué?!” Dejando de lado la esponja, ya que su
mamá también lo había hecho.
-
“Cuando eras
pequeño, eras demasiado travieso. Decían negro y vos decías blanco, no había
forma de controlarte. Con tu padre pensamos en consultar ayuda, internarte,
darte pastillas, algo, no sé” -comenzó a relatar Elena con un poco de
desesperación al recordar los viejos tiempos- “eras un verdadero desastre. Pero un día hiciste
algo tan terrible que hiciste enojar a esta anciana que al parecer tenía
propiedades mágicas. Mientras yo te regañaba por no actuar como los demás niños
decentes, la mujer comenzó a decir Allá donde fueres, haz lo que vieres, y
quedaste así Bru, medio tontito pero obediente, como papá”
-
“Vieja de mierda” -Gritó el niñito, no se sabía si
se refería a su propia madre o a quien lo había embrujado pero la rabia lo
invadía.
-
“No digas malas palabras” -lo retó su madre
-
“Hago lo que veo, ¿no te acordás?” -Dijo cerrando
de un portazo la puerta yendo a buscar a quien había sido causa de su
maleficio. Sabía quién era, en ese momento lo recordaba perfectamente.
Furioso,
se adentró a las calles de la ciudad en busca de esa señora desarreglada y
asquerosa, amante de los gatitos (que, sinceramente, era su única cualidad
buena). Estaba a punto de llegar al departamento de la bruja cuando de pronto
un hombre pelado de unos 40 años en minishorts, gorra y unos auriculares pasó
corriendo frente a él por toda la manzana. Bruno trato de resistirse, pero era
inútil, al segundo estaba detrás del señor corriendo a máxima velocidad sin
frenar y cantando por lo bajo Shakira y Thalia. Cuando el pelado paró junto al
lago, sacó de su bolsillo un pañuelo lleno de mocos y lo tiro al agua, Bruno
inevitablemente imitó su acto, pero un par de ambientalistas protestantes
estaban ahí también, pero sólo lo vieron a él y comenzaron a perseguirlo. Sabía
que no tenía sentido explicarles, así que echó a correr; esos manifestantes
corrían velozmente y el niño no podía más, pero ahí vio a un grupo de tres
amigos festejando y se les unió, eso lo hizo pasar desapercibido.
Bruno
festejó y puteó al igual que estos tres hombres hasta que estos comenzaron a
parar por tal rara interrupción. Bruno sólo siguió caminando y llegó, al fin
llegó.
El
departamento era horrible, hediondo, salía un olor apestoso de él, desde la
entrada se olía pis de gato y carne podrida. Tocó la puerta un par de veces,
pero nadie respondía
- “¿Qué hacés?” -Le preguntó una niña en el pasillo-
- “Vengo a verla”
- “La vieja se re murió. Se comió un gato y murió.
Eligió justo uno con sarna. Bueno, no era amante de los gatos, se los
morfaba
Bruno se
echó al piso a llorar, perdido en su mala suerte, la niñita trató de calmarlo y
él le explicó la causa de su llanto, después de un rato la niña lo invitó a
tomar un helado y salieron del edificio.
-“Y ¿por qué es tan malo eso? En realidad
haces lo que los demás hacen, lo que quieren básicamente”
-“Ese es el problema, yo hago lo que veo. Imito.
Pero la gente dice una cosa y hace otra”
Andá, que te
cure Lola
Cresmani
Valentina
En la casa de Clara las festividades de su
país de origen se siguen llevando muy a pecho. Como el festejo del día de
Andalucía, la Hispanidad, La asunción de la virgen. Cuando vivía allí en
Sevilla, España, estas festividades eran buenas excusas para faltar a clases o
juntarse con sus amigos. Pero en Argentina se le resultaba tedioso, sumándole a
que atravesaba esa etapa de adolescencia en la cual le molesta todo y su único
problema era encajar. A Clara este último punto se le estaba dando fatal, ya
que no sólo le daba vergüenza ser inmigrante, sino que su tonada la
avergonzaba.
Cuestión que había pasado el 15 de septiembre,
día de la Virgen de Dolores, y la madre de Clara ya había pensado cómo
conmemorar a su patrona nacional. Iba a ir a la misa del 20 e iba a
llevar la imagen de la virgen como ofrenda junto a sus dos amadas hijas. Justo
cayó el mismo fin de semana en el cual la habían invitado a una fiesta por el
festejo del día del estudiante. Pero tiene esta traba de que el mismo fin de
semana su madre elige celebrar una festividad de la cual ni siquiera se habla
en Argentina. Clara se acerca a su madre preguntándole
-Ma, sé que estás muy ansiosa porque asistamos
a la misa del domingo. Admiro que quieras seguir celebrando las festividades de
tu ciudad natal, teniendo presente tus orígenes y tus creencias. Pero siento
que es muy importante priorizar mi integración a estas nuevas personas,
cultura, sabés que me cuesta adaptarme. Por eso quería pedirte si me dejás ir a
una fiesta, que organizan unos compañeros del curso. Vale, yo sé que es
importante la festividad de tu virgencita y tus creencias, pero siento que es
mi oportunidad para empezar a socializar, a tener una nueva imagen, y despegarme
de la etiqueta de gallega inmigrante. Como yo te apoyo y tolero todo lo tuyo,
te pido que me apoyes a mí en esta nueva etapa, en la cual me voy encontrando
de a poco a través de nuevas experiencias, nuevas personas. Sólo te pido que me
dejes ir… Ma.. ¿Mamá me estás escuchando? - sube el tono mientras le toca el
hombro a su madre, que estaba lavando los platos.
-¿Me estabas comentando algo hija? Disculpá estaba
con estos aparatos, no sé cómo bajarle el volumen a estos parlantitos
auorejeros-
-Auriculares se llaman mamá-le dice Clara, revoleando los ojos
-Sí, eso, discúlpame ¿qué me querías comentar?-
se seca las manos en sus pantalones, dándose vuelta hacia Clara
-Te estaba pidiendo permiso, para ver si me
dejabas ir a una fiesta del colegio hoy a la noche-
-Ah sí, genial, justo iba a ir a cenar con tu hermana, así que te
dejamos de pa..-
-No, no..- interrumpe Clara- Las fiestas aquí no empiezan a la hora de la
cena, pero ya que lo mencionás, podemos ir a cenar las tres y luego me llevás a
la previa-
-¿Previa? ¿Y eso que es?
- La previa Ma, nos juntamos y después vamos juntos a la fiesta, no me
rayes-
-Ay, Clara, ¿pero a qué hora terminarías? Mira
que en Argentina no es como en España, no puedes ir merondeando por allí, no sé
si me convence ¿Habrá padres? ¿Cuál es la dirección? ¿Y cómo te volverías? No
sé Clara, me asusta
-El único permiso que te pido, el único. No es
sólo una fiesta, ¿entendés? se trata de mi reputación. De mi estado mental y
emocional- aclama Clara con la voz subida de tono- Porque para vos es sólo una
fiesta más a la cual no me dejás ir. Pero para mí, para mí son días de soledad
y tristeza, viendo cómo todos hablan de la brutal fiesta del día del estudiante,
a la cual yo no fui porque mi madre no me dejó porque se le cantó.- La madre de
Clara sólo se le queda mirando. Y ella empieza a sollozar.
- ¿No ves que se trata de mi nueva yo?, de
conocer a gente nueva, ¿sabés lo que va a pasar si no voy, no? Vos lo sabés- le
pregunta.- Voy a morir, porque primero la exclusión a ser una total pringada,
el no tener tema de conversación por no haber ido a una fiesta. Luego, el
desamparo, el estar sola. ¿Cómo voy a estar sola? porque nadie va a estar
conmigo, voy a estar de a dos velas. No voy a tener con quién realizar trabajos
grupales, con lo cual después se me van a llenar de tareas para hacer, y me va
a ir mal. Y no me voy a graduar, no voy a saber qué hacer con mi vida
antisociable y voy a morir-
- Uy, Clara, pero me preocupa que te flipes
tan joven. Te vas de pinzas. Anda, que te cure Lola-
-¿Cómo te atrevés a tomarme de exagerada?
Sabía, yo sabía que venía por ese lado. No te importo yo. Sólo te importa
mostrar tu linda nacionalidad y creencias a tu comunidad, y que estemos diez
puntos para tu fiestita religiosa de la virgen de Dolores-
- Voy a buscar su celular, lo debo tener en
contactos. Tú sí que no estás de coña- menciona la madre de Clara, buscando en
su móvil
-Qué poco empática que sos, me duele que me tomes como exagerada, que
minimalices mis problemas, que me prohíbas tener vida social-
-¡Aquí lo encontré! Psicóloga Lola-
Dar más vuelta que la
calesita
Luana Carranza
Existen
lugares fantásticos para los niños. Cuando somos pequeños soñamos con ir a
aquellos lugares donde predomina la fantasía infantil. El sueño de Román no era
una excepción...
Román
era un niño como todos. Su mayor preocupación era con quién iba a ir a jugar a
la plaza después de la escuela. No obstante, tenía sueños enormes por los que
daría todo por alcanzar. Él estaba encantado con las carreras de atletismo.
Sentía que su lugar favorito era estar en posición atrás de los starting blocks. Entrenaba día y noche
para alcanza sus sueños, sin descanso alguno…
Su
padre, Carlos, era un contador exitoso por lo que debía viajar mucho junto a su
familia. Esta situación le dificultaba a Román el poder alcanzar su sueño,
debido a que no podría quedarse fijo en un lugar.
El
lugar favorito de Román en el mundo era Danga Bay, Malasia. Y allí se
encontraban ahora. Debían quedarse por lo menos tres meses allí hasta volver a
viajar. En cada lugar el niño sentía que debía empezar de cero su vida.
Uno de
los días libres que tenía su padre en el trabajo, Román junto a su familia,
fueron a un parque de diversiones que se había inaugurado unos días antes de
que ellos llegasen. Al entrar, Román quedó impactado con una de las mayores
figuras del parque: el carrusel. Éste era una de las más grandes e importantes
atracciones del parque. Era de esos carruseles que de abajo parece que las
personas que están en él pueden salir volando por la velocidad que alcanza, si no
se agarran con la fuerza necesaria. Había una fila enorme para subirse en
él, todos los niños estaban asombrados. Sin embargo, Román lo percibió de
otra forma. Para él no era más que un desafío y un gran logro personal correr
más rápido que esa calesita.
Empezó
a ir todos los días, tanto con su familia, como con sus amigos para poder
correr alrededor del carrusel, estudiar su velocidad y entrenar todo el día
para superar a esa enorme atracción. Iba día y noche sin parar para poder
lograr su meta del momento. Entrenaba sin parar.
Por
dentro Román sentía que su esfuerzo era en vano debido a que no podía superar
al carrusel y ya habían pasado semanas. Además se encontraba en apuros, ya que
en unas semanas debía irse de Malasia. Uno de los miedos que tenía era el miedo
al fracaso… y él no lo había descubierto hasta hace un tiempo. Para él no poder
lograr lo que se había propuesto era ser un fracaso y había planeado dejarlo
todo si no lo lograba.
Él
intentaba todos los días superar esa atracción que lo volvía loco. Intentaba,
intentaba, intentaba pero seguía sin lograrlo.
A las seis
semanas cumplidas de empezar su desafío decidió dejarlo todo… Ya estaba cansado
de no poder lograrlo. Se sentía un fracasado. Pensaba que era absurdo y en vano
continuar intentando.
Su
padre lo veía cada vez más decaído y desganado. No quería salir ni juntarse con
sus amigos. Realmente Román se sentía mal por no haber logrado su meta. No
obstante, Carlos acudió a su rol de papá. Fue junto a su hijo a dar una
caminata que concluiría en el parque. Él le dijo que no debía sentirse así y
mucho menos rendirse. Lo motivó a continuar…
Algo que Carlos no sabía
y que Román no había tenido el coraje de contar era que en el parque unos niños
más grandes lo habían ridiculizado en frente de todos debido a que él se había
tropezado, diciéndole que no servía para el atletismo.
Sin embargo,
a pesar de las burlas y el cansancio, Román siguió dándolo todo y entrenando
para poder autosuperarse. Seguían pasando las semanas y cada vez se encontraba
más desganado, pero no se rendía.
Había
llegado el día de marcharse de Danga Bay y no había podido lograrlo. Fue por
última vez al parque junto a su padre. Se preparó junto al carrusel antes de
que arrancara. Localizó uno de los asientos como punto fijo para poder correr
más rápido que él y así saber si lograba superar al carrusel. Faltaban las
últimas personas en subir. Ya arrancaba. Se escuchaba la cuenta regresiva dicha
por el hombre que manejaba el carrusel. En 3, 2, 1 arrancó la carrera. Estaba
tan emocionado y entusiasmado por lograrlo que no se rendía. Cada vez iba más rápido
y estaba a punto de alcanzar el asiento. Hasta que logró superarlo. Logró dar
más vueltas que la calesita. Emocionado por cumplir sus logros, llegó a la
conclusión de que darse por vencido y rendirse por culpa de la opinión ajena no
era nunca más una opción…
“Sos un caído
del catre”
Joaquina Savin
Agustín no tenía amigos.
Desde pequeño fue una persona muy peculiar, alguien “distinto” como
solían llamarle sus compañeritos después de pegarle y decirle mil cosas
más.
Aquel niñito llegaba a
su casa llorando casi todos los días. Entraba, tiraba su mochila de
naruto al piso e iba en busca de su madre por consuelo, pero lo único que
recibía era palabras aún más hirientes: “no me rompás las pelotas,
Agustín. Bancátela y no me jodás... si yo fuese tus compañeros te haría
lo mismo”.
Desde ese momento,
Agustín comprendió que su forma de ser era el porqué de aquel odio que
recibía, o, mejor dicho, su forma de pensar. Porque Agustín era
nada más ni nada menos que un otaku libertario.
Pero... había algo que
lo consolaba. Algo que lo hacía sonreír con fuerzas, le devolvía el ánimo
y esa felicidad que parecían faltarle... las palabras de su ídolo: Javier
Milei.
“Estás loco... pero te
quiero tanto...” decía Agustín a escondidas en su habitación, mientras
sonreía.
Sin embargo, esa noche
había sido distinta, porque su madre lo había descubierto.
“¿¡QUÉ ESTÁS HACIENDO?!”
preguntó ella con muchísima rabia, sacándole la tablet de las manos.
“¿MILEI? ¿ESTAS VIENDO A MILEI?”
“Perdoname ma... mamá... te juro que no es lo que crees”.
“¿Encima tenés de fondo a una mona china?”
¿Mona china? -Su nombre era Sakura, y en todo caso era
japonesa, no china-
“Andate a dormir y que no te vuelva a encontrar haciendo
esto... sos un caído del catre, libertarado”.
Agustin sabía que ella
lo decía de verdad. Desde que era un niñito solía contarle la anécdota de
la vez que se cayó, literalmente, del catre. Y que eso era lo que le
había afectado la cabeza al punto de convertirlo en lo que era: un
fanatico de Milei, del animé y del liberalismo.
De todas formas, él
estaba seguro de una cosa: algún día lo lograría. Se convertiría en
alguien grande, un economista de los mejores, sin vergüenza de mostrarse
al mundo como era. Sin temor a ser juzgado por ver anime, por no bañarse,
y por amar con locura a aquel hombre de cabellos castaños y ojos celestes
que le había cambiado la vida.
¡AGARRATE CATALINA!
Florencia Berdesegar
En una tarde de otoño, hacia 1952, me encontraba caminando por la
calle San Martin, Potrerillos, provincia de Mendoza; con Jimmy a mi lado.
Jimmy era mi esposo, pero no como cualquier otro, siempre se
encontraba desarreglado, la típica persona que no se preocupa por las cosas
importantes de la vida y que no toma nada en serio. Siendo sincera aun no
comprendo cómo me enamoré de él…
Además de sus virtudes, si es que tenía alguna; uno de sus
defectos era que tenía una actitud extraña y un tanto desagradable para mi
gusto que fue empeorando con el tiempo.
Él me acompañaba a comprar o a caminar por el pueblo, ya que se
veía mal que una mujer no anduviera acompañada de su marido. Los problemas
comenzaron cuando me acompañaba a hacer algún mandado y cada vez que se cruzaba
una muchacha caminando sola, les gritaba –tan desagradablemente- “AGARRATE
CATALINA”. Siempre se salía con la suya, las mujeres que recibían ese mensaje
seguían caminando intentando ignorarlo y agachando la cabeza, mientras yo me
encontraba disculpándome con las señoritas por la mala situación que les hacía
pasar.
Un día estábamos caminando por la calle Jujuy, yendo al centro,
nos encontrábamos pasando por la vereda de un almacén cuando Jimmy le grita su
–desagradable- frase a una muchacha que se encontraba fuera del local. Esta vez
no fue una mujer que agachó la cabeza y se sintió impotente, sino que todo lo
contrario, parecía que se quería defender. Nosotros continuamos caminando unas
cuadras más cuando nos frenó un auto al lado. Allí estaba la chica que Jimmy le
había gritado y su esposo.
El hombre frena y se baja del auto, yendo embalado hacia él y
preguntándole reiteradas veces “¿Qué le dijiste a mi esposa? ¿Qué le dijiste a
mi esposa?”
En ese momento no sentí miedo, sino justicia; no salió otra cosa
de mí que decirle a mi marido a punto de ser golpeado: “AGARRATE CATALINA!!!”
“Se volaron las chapas, No hay tu tía”
Matías Morales y Sofía Sack
Eran las…¿8? más o menos
de la noche. Estaban todos reunidos en la casa de la abuela para celebrar la
última noche del año. Se había preparado un asado digno de Masterchef. Como era
de costumbre en la familia, se compartían los momentos memorables del año,
algunos mejores que otros...
El tío Roque empezó la
bella velada con una de sus anécdotas que marcaron su año:
Doña Pepa se encontraba
en el patio trasero de su casa, si al lugar en el que vivía se le podía llamar
casa, se parecía más a un gallinero que a otra cosa. No era una “casa” muy
resistente y tenía riesgo de derrumbe en cualquier condición, mucho más si era
un día tormentoso y ventoso como aquel en el que ella se encontraba en el
terreno de la casucha, colgando algunas sábanas “blancas” -que antes lo eran y ahora
ya no- que se encontraban sucias con manchas de sospechosas sustancias
(no se sabía si era grasa, transpiración, mocos o pedo), en una especie de soga
atada de dos palos. En un momento, se dio vuelta debido a que escuchó el grito
de un hombre, su vecino Joseluí, quien gritaba re caliente como loco malo que
sus perros nuevamente le habían cagado todo el patio. Este era un tema de
quilombo recurrente entre Joseluí y Doña Pepa, ya que el terreno no tenía
cercado y a diario los perros de ella se cruzaban al terreno vecino y rompían
lo que se les cruzaba o cagaban en su patio, lo cual le hizo hervir la sangre
al vecino de Doña Pepa, porque imaginate, que un perro que no es tuyo te cague
el patio, todos estaríamos furiosos. Ante esto Doña Pepa se lavaba las manos
diciendo que si quería que los perros dejaran de hacer aquello, cercara su
terreno, lo cual resultaba cómico ya que el terreno del vecino sí estaba
cercado, pero los perros de Doña Pepa lo habían hecho chinchulín y pasaban
igual. La mujer pareció restarle importancia al comentario de su vecino y el
mismo se las re tomó apenas unos minutos después de haber dicho aquello, ya que
había comenzado a llover a lo loco lo cual lo obligó a entrar en su hogar. Doña
Pepa por su parte, se puso a regar algunas plantas –si se las podía considerar
algo más que yuyos y maleza.- mientras la lluvia caía a cántaros. La tormenta
era más fuerte que piña de transformer, lo que provocó que las chapas de la
casa comenzaran a levantarse, amagando con volarse al carajo. Lo mismo, la
propia estructura amenazaba con caerse a la mierda al comenzar a tambalearse.
Sin embargo, Doña Pepa parecía no darse cuenta. Pasaron solo unos minutos hasta
que se escuchó un grito cerca de la casa de Pepa. Una chapa oxidada y de gran
tamaño había caído sobre un pibe que justo iba pasando por ahí. Éste fue
víctima de la chapa voladora, la cual lo cagó matando en el acto, debido a la
velocidad, el tamaño y el impacto generado. Pepa fue hacia el lugar hasta que
se percató de que esa chapa era sospechosamente similar a la de su casa. Era la
chapa del techo de Doña Pepa. ¡Se le volaron las chapas! No sólo esa fue a
parar arriba de una persona, sino que otra de las chapas terminó encastrada en
la copa de un árbol y otra, arriba de una casa vecina. Para ese momento llegó
la policía y mientras se iban acercando a la zona del accidente, Joseluí iba
saliendo de su casa en dirección a los oficiales, para notificarles del
problema. Claramente, no llegó ya que se escuchó un fuerte estruendo. La
casa de Doña Pepa se había terminado de hacer pelota. Pero no precisamente
sobre el suelo, sino que justo encima de Joseluí. Así es, el vecino de Doña
Pepa, quien iba hacia los oficiales con la intención de denunciarla, acabó por
ser aplastado por la casa de su vecina ¿qué irónico no?
Esta vez, los oficiales
debieron llamar refuerzos. Aquella tormenta estaba yéndose al carajo, se
estaban muriendo todos. Parecía una joda. Entre que venían los otros
patrulleros, ocurrió algo más. Como cereza del postre, un árbol se derrumbó encima
de uno de los móviles donde había un oficial de policía dentro. El resto de los
oficiales, cagados hasta las patas fueron a intentar rescatarlo de allí. Había
tenido suerte. El auto ni se había abollado, y él estaba bien, pero no podía
salir de allí porque el árbol se había desplomado encima y no se podía abrir la
puerta. La única salida era romper el parabrisas. A uno de los policías se le
ocurrió pegarle un tiro, para quebrarlo más fácil, pero otro le dijo que podría
ser peligroso. Entonces, se pusieron a pensar otra manera de romper aquel
vidrio, mientras Joseluí mostraba, de pedo, signos de vida pero más hecho
mierda que adolescente después del UPD. Por su parte, Doña Pepa estaba bien,
mirando todo desde la vereda de su antigua casa, aún bajo la lluvia. Parecía
ser que a todos debía tocarle algún destino trágico o algo así, porque ninguno
tenía culo esa tarde. En un momento la lluvia terminó, la tormenta se tomó el
palo y el cielo se abrió, dando lugar a un sol más brillante que pelada pulida.
Parecía una joda todo lo que había ocurrido 5 minutos antes. Pues, habían
resultado perjudicadas tres personas, una de ellas perdió la vida, otra la casa
y otro salió muy herido. Los policías se tiraron por llamar a los bomberos,
aunque antes que eso era preferible ponerse a quitar el árbol de encima del
auto cortándolo con un cuchillo de cocina tramontina sin filo, ruta que era
vista por todos a fin de cuentas, mucho más rápida que llamar a los bomberos,
que llegarían al lugar probablemente el día del papo.
Obviamente todos
quedaron algo en shock, si bien se suelen hacer “repasos” del año en esta época
y NINGÚN año se salva de sus cosas malas, uno no espera escuchar cosas tan
trágicas esta noche. Aún faltaban 40 minutos para las 12 y ya los adultos
estaban medio en pedo por la sidra y los tragos y los chicos estaban que
reventaban por los 20 kilos de pastel de papa que ya prevén repetir hasta la
segunda quincena de enero.
Otra gran anécdota se acerca…
Juan
se había separado en su camino una semana para visitar a un amigo de la
secundaria que se había mudado cerca y ligó una quinta con pileta y todo que,
para los 40 grados a la sombra, venían bastante bien. Fueron unas vacaciones
adelantadas pensaba él.
Fui derecho por una ruta
durante 40 minutos hasta que llegué a un rancho, tenía su entradita de madera y
un camino de tierra rodeado de algunos árboles y unos de esos yuyos que, si te
descuidás, te saltan 20 yararás. Fui como 10 minutos más (no se te ocurra
pinchar rueda porque hasta que te vienen a buscar ya te adiestrás un caballo de
por ahí y llegás a Buenos Aires). Admito que la vida del conurbano/capital me
traicionaron al imaginarme otra cosa. Yo pensaba estar con un viejo amigo ahí,
en una pileta, saliendo nomás para comer un asado o dormir una siesta. Si estaba
medio feo el día nos metíamos a ver los simpsons con unas hamburguesas y san se
acabó. ¡Claro, andá a explicarle a un porteño primerizo en el norte cómo se
pasan las vacaciones! Era una casa no más grande que la nuestra, con un horno
de barro debajo de un techito con un largo mosquitero roto por debajo y, lo más
esperado: una pileta...repleta de chiquitos. Eran como 7 de unos 8-10 años
gritando, corriendo, nadando, uno amenazaba con ahogar a otro. Qué carajos hago
acá, decía.
Salió mi amigo a darme la
bienvenida re caballeroso y educado, me abrazó y todo muy amistoso el tipo. Me
hizo entrar y me presentó a sus hermanos y hermanas que vinieron a pasar los
últimos meses del año ahí. Yo obviamente nunca le falté el respeto, encima que
me hace la gauchada no le voy a insultar su humilde morada. Eran cuatro
hermanos en total con tres hermanas creo, una cosa así. Nos quedamos hablando
ahí un rato largo, tomando algunos refrescos y ventilándonos con el poco viento
que entraba por la ventana porque claro, ellos están acostumbrados a estas
temperaturas, yo acá a los 30 grados me meto adentro con el aire y no salgo
hasta el invierno. Por suerte todos me cayeron muy bien y la hubiese pasado
genial de no ser porque los niñitos eran re ruidosos y cada dos por tres venían
a pedirme para que juegue con ellos a la mancha o algo de eso, pero llegaba a
correr dos metros y me daba un golpe de calor más o menos. Todo hubiese sido
perfecto si no fuese por los mocosos y una de las personas más irritantes que
conocí: la tía Gina.
Me explico: a los dos días
vinieron tres tías del chabón éste, pero sólo me acuerdo del nombre de Gina,
una señora de andá saber cuántos años, capaz tenía más que la mismísima
pachamama, que era muy estructurada y cuando digo muy es MUY. Se levantaba a
las 7 de la mañana para limpiar la casa y despertar al resto de la familia. Los
otros parecían más acostumbrados a este ritual, aunque no faltaban los enojos y
esas cosas de familia, viste. Después ella quería comer a las 12 en
punto, ni más tarde ni más temprano. Fue terriblemente insoportable y no te
cuento más porque me enojo y me largo a llorar. No dejaba jugar a los nenes,
nos sacaba las bebidas para “no pasarnos y que los chicos se pongan mal”, no
quería comer hamburguesas o esas porquerías, ella quería carne bien como en el
campo y si no le dabas era capaz de cazarte un yacaré con la boca. Me daba
miedo, yo la veía y me mostraba mis antepasados en sus ojos y la vez que me la
crucé en la noche saliendo del baño ¡Ay mamita! Yo ya pensaba, ya fue me agarró
el pombero pero no, era la vieja tomando agua. Pero el asunto fue el quinto
día, me levanté a las 7 por el ruido de vasos chocando, estaba lavando los
platos del día anterior. Comimos puchero (39 grados) porque ella quería puchero
y bueno, sentía que estaba hirviéndome en mi transpiración, imaginate. Pasé la
tarde jugando a las cartas con mi amigo y su hermana y viene mi amigo a
avisarnos que se nos unían más miembros de la familia, otras dos tías de esta
señora Gina y encima una (atentis) era la MELLIZA.
Debo tener algún don
teatral oculto que me ayudó en ese momento para que mi amigo no captara el
HORROR que me invadió esa tarde. Ya una Gina era molesta y me daban ganas de
adentrarme al campo a que me agarre la luz mala o algo, ¡IMAGINATE DOS! Trataba
de pensar que capaz son de esas hermanas que una es buenita y la otra mala
(justo la que me tocó a mí como por una semana) y que la que venía ahora capaz
era no sé Mary Poppins del Paraná o algo que caía a dar regalos y buena onda,
pero por las dudas no me arriesgué y le dije perdoname Hernan, pero me voy hoy.
Le dije no sé qué del trabajo, pero me decía que me quede un poco más,
que a la noche hacíamos pizza y qué sé yo, pero ni loco pasaba otra noche ahí.
Me dijo bueno, sí, no
pasa nada pero (PERO) pero ... ¿podés quedarte con Gina 15 minutitos nomás
porque voy a buscar a las otras dos tías? Y bueno, qué le iba a hacer. Se
fueron y me quedé afuera tomando sol y Gina adentro, cocinando alguna comida
cargada. Estaba tranquilo hasta que escuché un grito de dolor y corrí para
adentro para ver que pasó y estaba Gina agarrándose la mano. Se había quemado
la vieja y estaba corriendo para afuera porque no salía agua de la canilla de
adentro. No sé qué le pasó a la doña, pero yo le gritaba si estaba bien y le buscaba
un pañito para ponerse, pero ella totalmente en su mundo fue y metió la mano en
la pileta. ¿Ya sabés por dónde va no? Cual PBI argentino, la vieja cayó a la
pileta. Toda desesperada quería saltar como ballena en mundo marino pero no
llegaba, así que fui, me tiré así nomás y la empujé para afuera porque volvían
los otros y perdía la vieja, ahí no había tu tía. Se había tragado un
poco de agua y estaba ahí en el piso recuperando la respiración, pero me empezó
a decir que le haga RCP, ¡respiración boca a boca! Y yo le decía no doña, pero
está bien usted espere un poco nomás que ya se le pasa. Pero la vieja toda
asustada y enojada me decía dale, dale hijito, que me ahogo. Voy a omitir
detalles pero digamos que fue una experiencia más traumática para mí que para
ella. Y lo peor vino después. Ahí en pleno show cae mi amigo y, claro, la vista
era horrible. Para cuando me di cuenta de que había llegado la parentela me
levanté, agarré mis cosas, fui a la salida, me subí al auto y me fui de ahí.
Apenas saludé a todos en la corrida y no me importó porque sé que no voy a
volver. Cuando paré en una estación de servicio me di cuenta que salí en ojotas
y que dejé una remera y un short allá pero bueno, que queden como recuerdo.
Todo fueron risas y
festejos y capaz algunos mareos hasta que el reloj de crónica dio las 12. Era
un nuevo año, lleno de esperanzas, lleno de vida y la familia lo sabía. Todos
miraron hacia atrás y agradecieron todo lo que lograron y llenaron el pecho de
entusiasmo para cumplir tantas metas. Se gastaron los cohetes y la adrenalina,
se juntaron todos y miraron al cielo para agradecer a Dios por darle el nuevo
año 2020...
No
dejar títere con cabeza.
Camila
Fricke
Si hay algo que a todos
molesta es tener una vieja chismosa en el barrio. Cualquier dato que se
escuche, la doña está ahí metida, escuchando y lista para ir a contarle a medio
mundo.
El otro día, por
ejemplo, en la casa que está frente a la mía, hubo una discusión de la pareja
que vive ahí. Se escucharon algunos gritos, pero nadie quiso intervenir para
que el conflicto no se agrande. Pasó el momento y al día siguiente estaba una
de las vecinas hablando con aquella vieja chismosa, se ve que se estaban
poniendo al día porque más tarde corrió el rumor del motivo de la pelea de la
pareja. No sé cómo llegó a mí, pero resulta que la pelea fue porque uno de
ellos se comió la última milanesa que había. La verdad que no sé qué
pensar con respecto a la situación, pero si no hubiese sido por la doña, el
barrio no se hubiese enterado. Ya perdí la cuenta de las veces que el barrio se
enteró de algo de un miembro por culpa de la doña, me disgusta que una persona
esté metida ahí en el medio esperando para salir a contarlo. Lo más loco, es
que ella sabe de todos pero poco se sabe de ella.
Recuerdo que cuando me
mudé a este barrio, me recibió y nos quedamos hablando un rato. Algo en mi
memoria quedó de aquella conversación:
-
Hola, bienvenida al
barrio. Me llamo Lucía Fernanda, podes decirme Luci.
-
Muchas gracias. Un gusto
conocerla, me llamo Camila.
-
Espero que te guste el
barrio, es un lugar muy tranquilo.
-
Sí, es tranquilo.
Además, queda cerca del lugar donde estudio.
Creo que luego de eso,
me hizo varias preguntas que me invadieron e incomodaron, por lo cual metí una
excusa como “tengo que seguir acomodando” y me fui. Al rato de aquella conversación,
todo el barrio sabía mi nombre y me preguntaban cómo iba con mis estudios. Me
molestó que haya hablado con todo el barrio y a partir de ahí, no hablaba con
ella, casi nada.
No sólo pasó conmigo,
creo que no dejó títere con cabeza ya que todos en el barrio pasamos por la
misma situación. Hubo un caso donde la pareja que vivía al lado de mi casa se
mudó debido a una situación que la doña divulgo. Recuerdo algo de cómo fue la
conversación:
-
¡¿Cómo podés!? Mario, me
estas cargando? No podés ser tan mugroso. Ni con la casa me ayudás, todo lo
tengo que hacer yo.
-
¿Qué decís Cecilia?
Déjate de hinchar, por favor. Yo te ayudo con todo y cuando no puedo, me
críticás. ¡Caradura!
-
Yo no soy caradura. ¿Qué
te cuesta ayudarme mientras estoy trabajando?
-
Yo también trabajo, te
ayudo cuando no tengo mucho trabajo.
-
¿Qué te costaba destapar
el inodoro? No te costaba nada, son dos minutos y no es mucha ciencia.
-
Si no hubiese sido por
tu guiso del miércoles, no hubiera tapado el baño
-
Si no te hubieses comido
más de dos platos no hubieras terminado así, gordo cerdo
Todo el barrio se enteró de aquella discusión
por culpa de la doña, la pareja se sintió tan avergonzada que decidió mudarse.
Pobres, recuerdo que se sentían tan mal de sólo cruzarse con alguno de los
vecinos. Estuvo mal pero aun así, la doña seguía hablando sobre todos y nadie
decía nada. Decidí buscar información acerca de la doña para ver si había algo
para divulgar, que se sienta mal y que aprenda a no hacerlo más. Investigué,
pero no encontré mucho, solo que trabajó por mucho tiempo en una juguetería que
se dedicaba a títeres y muñecos. Trabajó por mucho tiempo hasta que se jubiló,
pero al hablar con su último jefe descubrí que la doña asustaba a los hijos de
los clientes y como ya era una señora grande le dijeron que se jubile.
Estuve pensando en cierto dato que me dijeron,
había una feria que organizaba el barrio para juntar plata y donarla. Lo hacen
todos los años y la mayoría participaba, así que pensé en ir y ver qué pasaba.
Al llegar el dichoso día, fui hasta el parque donde se llevaría a cabo el
evento y pude notar a la doña a la distancia. La observé por un rato hasta que
noté que estaba tomando cosas de los demás, fui a advertirle a un guardia pero
éste ya la había notado e iba tras ella. Se inició una especie de persecución
por todo el parque, por un momento sentí que revivía un episodio de Scooby-Doo,
nadie podía agarrar a la doña, era más rápida la vieja.
Después de unos cuarenta minutos, la agarraron
cerca de un auto que estaba estacionado (nunca entendí si era de ella o lo iba
a robar, nunca se sabe con esta doña). La mujer vio que no tenía escapatoria y
entregó todo lo robado, nadie levantó cargos. Al día siguiente, nos dimos
cuenta de que la doña se había ido para evitar que se generen más problemas en
el barrio. Todos respiramos, ya que ahora no nos preocuparíamos por hablar,
estaríamos más tranquilos y nadie se enteraría de lo que hagan los demás.
6°ECONOMÍA Y ADMINISTRACIÓN
El ojo del amo engorda
el ganado
Agustín Farace
Si te cuento no me creés. Llegó al
pueblo un loco que dice que tiene ojos mágicos. Dice que puede hacer que los
animales engorden, pero si le dábamos los animales primero. No paraba de
repetir a los gritos que sus ojos eran mágicos, pero que tenía que ser el amo
para poder trabajar. Estaba parado en la plaza central con lo que parecía un
perro flacucho, y también algo que no sabías si era una gallina, un saco con
plumas pegadas o qué era. Y el tipo de la nada dice que va a hacer una
demostración de su magia porque esos eran sus animales. Primero probó con el
perro, que pobrecito, cuando lo levantó puso una cara de miedo que no se
explica. Estuvo como cinco minutos mirándolo fijo y no pasó nada. Cuando lo bajó,
el perro salió corriendo como desesperado. Y el mago se excusó diciendo que ése
no era un animal de ganado, por eso no tuvo efecto. Después probó con el
costal. Y para qué, si cuando lo levanta se desfonda y cae hasta la ropa del
tipo. La gente se empezó a reír y le gritaban que lo engordó tanto que tenía
que medir los poderes para que el relleno quede adentro.
Dos borrachos cayeron después con unas
gallinas robadas y se las dieron a Merlín.
Y otra vez arrancó el griterío “AHORA
QUE ESTÁN EN MI PODER, ESTAS GALLINAS VAN A VER MI MAGIA”. Y de vuelta, las
miraba y las miraba, y su poder nunca llegaba. Todos se cansaron de reírse del
pobre loco que decía ser mago.
Mas no se daba por vencido. Al otro día
se puso a hacer un rezo o a desvariar, quién sabe. No estaba hablando en
español, ni en ningún idioma, gritaba cosas sin sentido, y miraba a las
gallinas que le dieron los borrachos. A la gente de la plaza le decía que
guarden distancia de él porque le arruinaban el conjuro si estaban muy cerca,
que estaba cargado de energía solar y que ahora que tenía confianza con las
gallinas, y que era su amo, las iba a hacer engordar. Cosa que te podrás
imaginar terminó igual que antes, o incluso peor porque ahora el dueño de las
gallinas se enteró que se las habían robado y las fue a buscar. Cayó con una
escopeta y Merlín se resistía. Decía que le contaron las gallinas que eran
maltratadas por el granjero y que querían ser sus amigas si él las rescataba.
Terminó de decir eso, y el otro hombre disparó una vez al piso, lo que hizo que
el de los ojos mágicos se quedara inmóvil
Al final dijo que iba a cobrar venganza
de todos los que nos reímos de él y que su magia no era chiste, pero esto creo
que sólo yo lo escuche, si cuando le arrancaron las gallinas de las manos
estalló una carcajada general que se tuvo que haber escuchado a leguas.
~No Dejar Títere Con Cabeza~
Martina Palacios
Una vez conocí a Pepe, él era una marioneta
sofisticada, tenía movimientos muy humanos gracias a sus articulaciones hechas
tal cual un esqueleto. Su creador y mentor, más allá de dedicarse a la creación
de marionetas, era un médico jubilado llamado José; de ahí el apodo “Pepe”. Más
allá de darle una gran movilidad, le incorporó ocho gigas de alma humana.
A Pepe lo encontré en una venta de garage, lo
compré por unos pocos pesos y me lo llevé sin ningún otro motivo, más que
porque me resultó simpática su cara. En mis tardes de ocio, sentado en la
mecedora debajo de la galería de la vieja casa, charlaba con él y me contaba
sus historias con José en el recorrido por los pueblos de la comarca, con el
show de las marionetas.
En una de sus giras les tocó ser el número de
presentación y no el cierre del espectáculo, como lo hacían de costumbre. Ese
día se desató la ira de Pepe y esa fue la razón por la cual años después fue a
parar a la venta de garage, condición que lo alejó del aplauso y la euforia del
público.
Aquel día el número central fue de unos títeres,
muy graciosos y ocurrentes que con mucha chispa atraparon al público provocando
risas interminables. Ellos utilizaban un humor áspero y agresivo, pero
simpático. Habían tomado la figura de Pepe como eje de sus burlas, cosa que a
la marioneta lo colmó y lo llenó de furia, pero aguantó hasta el final tras
bambalinas.
Ese día después de la función, tanto el dueño de
los títeres como Don José, se había ido a una cantina. Y pasó lo peor.
Los títeres colgaban cabeza abajo en una soga,
sostenidos por broches, para secar la transpiración del titiritero. En eso, el
perro que vivía en la sala pasaba por debajo y observaba a estas figuras con
desconfianza; fue entonces cuando a Pepe se le prendió la lamparita: utilizando
sus habilidades casi humanas recreó un sonido igual al de un maullido, el cual
alteró al can y lo hizo lanzarse sobre los títeres. Dejando luego el más
trágico escenario nunca antes visto tras un gran show.
Pepe había cumplido la misión que le dictó su ira:
No dejar títere con cabeza.
“Andá, que te cure Lola”
Sofía Larré
Juan tenía un dolor de muela
tan, pero tan fuerte, que sus gritos se oían hasta en la última galaxia. Su
cara estaba tan hinchada que parecía una sandía con ojos. Una sandía que
esperaba un cuchillo que lo abriera para sanarla. Cuchillo no, bisturí sí, para
aliviar a ese hombre. De tanto dolor estaba como una parturienta de
quintillizos. Basta de gritos, basta de dolor, basta de hinchazón, basta de
sufrimiento, amigo. Basta, me cansé. Andá, que te cure Lola. Lola Mento,
odontóloga y psicóloga, para amigos con miedo a perder el juicio.
Poner un circo y que te crezcan los enanos
Agustín
Baez
En el día
de ayer, fui a la jardinería para comprar semillas de enano, porque la semana
pasada, el perro del vecino se comió nuestra plantación y al vomitarlas me dio
semillas de payaso. Ya se las voy a dejar en la puerta a mi querido vecino.
Luego de comprarlas, las planté con agua de lluvia, porque con eso crecen hasta
el cielo, pero al crecer, ERAN MALABARISTAS. El show de esa noche estaba
arruinado, el circo no podía seguir con malas rachas; necesitábamos enanos, por
lo que se me ocurrió una idea... ¡sacarle los malabares y martillarlos al piso!
Así que por suerte el show continuó.
“Chocolate por la noticia” / “Cualquier colectivo le queda bien”
Lucia D'Angelo y Felipe
Izquierdo
Bauti era
un chico de 17 años, a punto de cumplir sus 18, y tenía una afición a los dulces, sobretodo a los chocolates: no podía evitar
comerlos como si fueran esenciales para él. Así que de desayuno comía
chocolates, al igual que la cena y almuerzo; en vez de comer lo típico, lo
reemplazaba por chocolates. Sin embargo esto parecía no afectar su salud, más
allá de su apariencia física porque no había
crecido lo suficiente en 3 años, además siempre tenía mucha energía,
pareciera que sólo paraba para dormir. Incluso en las clases o en el colectivo
parecía estar nervioso, hasta viajaba parado aunque hubiera asientos libres y
se movía para adelante y atrás todo el tiempo, la gente lo miraba como si él
tramaba algo sospechoso.
Un día su
mamá le dio una noticia, le contó que mientras
cursaba su clase para la carrera de nutricionista se dio cuenta que comer mucho
chocolate para su hijo podía ser perjudicial para su salud, pero como nunca
tuvo ningún problema con los chocolates nunca se preocuparon por eso. Pero decidió llevarlo al médico para comprobar que
todo esté bien y le contó sobre su situación.
Después de
una revisión le dieron a Bauti una noticia, que puso una cara de preocupación
que no le queda bien. El doctor le contó que
según los estudios hay un brócoli que su cuerpo no pudo digerir. Y Bau le contó que puede ser, porque hace
unos 3 años, aproximadamente, un compañero le ofreció un Brócoli en el colegio y él lo comió, sólo para saber
cómo era el sabor ya que nunca le interesó probar vegetales.
Lo
tuvieron que operar de inmediato y todo salió bien, sin embargo el doctor le advirtió que comer otro vegetal podría ser
perjudicial para su salud.
Ir a las chapas
- Agarrar para el lado de los tomates
Pilar Schinini y
Facundo Scolari
Venía por la ruta con mi primo, con su
auto, un Falcon del 79. Era un típico día de septiembre, con sol pero sin calor.
Para acompañar el día puse en el stereo Exotic,
de Madonna. Después de cantar el álbum completo a mi primo se le ocurre poner “My
heart will go on”, la canción de “Titanic”. Seguido a eso empezamos discutir,
¿cómo va a poner esa canción? Bastante afeminado creo yo. En medio de la
discusión, y justo cuando empieza el estribillo, en vez de chocar contra el
iceberg, chocamos contra un Fiat 147. Igualito a Leo Di Caprio lo nuestro. Fue
nuestra culpa. Nos bajamos y empezamos a discutir, olvidate que el Falcon de mi
primo casi lo parte al medio al Fiat. Eran dos viejitos de unos 75 años, más o menos,
y estaban yendo para su casa. Nos dio lástima que tuvieran que hacer todo el recorrido
que les quedaba con el auto todo roto, por eso, al contrario que Rose, los
subimos al nuestro y los llevábamos. Nosotros teníamos que ir a las chapas… la
casa de mi primo todavía estaba sin techo. Los viejitos vivían muy lejos de las
chapas, teníamos que agarrar para el lado de los tomates, pero la lástima que
nos dieron los abuelos nos ganó, total tenía que pasar a comprar tomates en la
verdulería.
Al final del día fuimos a las chapas,
agarrando por el lado de los tomates, mientras nos volvimos a la casa de mi
primo, escuchando “See you again”, la canción de la película Rápidos y
Furiosos, en un loop interminable.
“Metido en un
berenjenal”/ “Perdido como turco en la neblina”
Candela
Rodríguez y Máximo Piedrabuena
Gustavo se levantó a las 6 AM,
se preparó el mate, agarró los bizcochitos. Era un día igual de aburrido y
monótono que el resto. Entre bizcocho y bizcocho, se hicieron las 7, y no tuvo
tiempo ni de lavarse los dientes, y salió rajando para el trabajo. Gustavo
trabajaba haciendo envíos para Mercado libre, pero el de libre no tenía nada.
Todos los días tenía que cumplir un determinado horario y determinadas
condiciones para poder comer los bizcochos. Es más, él estaba re bizcocho de
tanto manejar a domicilios diferentes.
Ese día, le tocaba hacer un
envío al Sur, al medio de la nada, así que estaba re caliente. Cuestión, que
agarra la ruta, y justo le toco una llena de pozos, para su suerte. En una de
esas, ve a lo lejos, a un hombre haciendo dedo. Era rubio, y tenía pinta de
humilde. Entonces dijo para sus adentros -Y bueno, antes que estar en el medio
de la nada, solo y re caliente, prefiero charlar con alguien y tomar unos
mates. En Buenos Aires, pensaría que o me hago un amigo o me cagan robando,
pero por cómo es la gente acá, estoy tranquilo-.
Sube el hombre a la camioneta,
y le preguntó para dónde iba. Al toque se dio cuenta que no era de por acá,
porque no le entendió un carajo.
Así charlando, el acompañante
de Gustavo le cuenta que es turco y que está haciendo dedo hace rato porque no
tiene trabajo para pagarse un micro. Gustavo le pregunta el nombre, y le dice
“Cagatay”, a lo que le responde “bueno igual no quería saber que tenes ganas
cagar, ¿paramos?”
A lo que él le responde (o al
menos eso se le entendió) que así se llamaba.
Se hizo tarde, y el turco
seguía con él, que se ve que se hizo el boludo porque no tenía a donde ir. No
siguieron de largo porque en la oscuridad estaba más perdido que turco en la
neblina.
Por suerte, apiadado de su
nuevo amigo, el turco encuentra alojamiento, y comparten una habitación en el
hotel. Era medio boludo el turco, parece que nunca se bañaba porque no quería
meterse a la ducha.
Al otro día siguieron el viaje,
con el mate siempre en mano y unas facturas. Gustavo se metió por una calle
llena de árboles y con unos campos grandes. Cuando llegaron a la casa era
enorme, el dueño los hizo entrar y estaba vestido como vaquero, como los de las
películas, así, con sombrerito y botas texanas, parecía disfrazado. En eso
pasaron por un pasillo repleto de bichos embalsamados y el turco se fue
corriendo porque le dio cagazo o anda a saber qué.
Por supuesto, como siempre,
revisaron que el pedido esté completo, Gustavo le hizo llenar los datos del
papel, y abrió el paquete enfrente de él. Cuando lo abrió arrancó a sacar como
200 tipos de armas diferentes, no podía creer lo que había llevado en la
camioneta durante todo el recorrido. En eso, al dueño le agarró un brote
psicótico con delirio místico y empezó a hablarle en mandarín neutro, mezclado
con expresiones en húngaro a Gustavo, como si fuera un estafador y desafiándolo
a un duelo por, supuestamente, haberle afanado su arma.
Cuando sale corriendo al campo,
se encuentra al turco, perdido en un berenjenal, atragantándose con una
berenjena, por pensar que se comían crudas. Estaban en un verdadero problema,
en el medio de la nada y con un vaquero atrás de ellos, armado.
Gustavo se mete entre los yuyos
y lo ayuda al turco a desatragantarse, y salen para la camioneta. Les tiraron
un par de tiros pero pudieron irse.
Como era la madrugada, había
mucha neblina. Mientras iban por la ruta, el turco le dice a Gustavo que tiene
que ir al baño. Paran, y Gustavo se da vuelta por unos segundos, y cuando mira,
el turco no estaba más. Se había metido en otro berenjenal y, entre la neblina
y el tamaño de las plantaciones, no lo pudo encontrar. Lo perdió al turco, o el
turco se perdió en la neblina, metido en un berenjenal.
Volviendo a su casa, Gustavo se
deprimió, ya que le había agarrado cariño al turco y era lo único que podía
recuperar de su viaje de trabajo. Pero le quedó como una buena anécdota, o un
buen recuerdo.
“Irse al carajo”
Florencia Ruffo
En el siglo XV, un grupo de
navegantes escuchó el plan que tenía Colón para comprobar que la tierra era
redonda y les pareció una buena idea, por lo que decidieron adelantarse para
ser los primeros en hacerse famosos con el descubrimiento. Así que prepararon
sus cosas y zarparon con su barco. Pero en medio del mar el Capitán se dio
cuenta que este no tenía un carajo, por lo que se les iba a dificultar
completar la misión. Esto pasó cuando el capitán mando a uno de sus marineros
al carajo. Pero ellos no entendieron un carajo, así que comenzaron a buscar sin
saber lo que era, intentando complacer al capitán. Finalmente los navegantes le
contestaron que no veían un carajo. Por supuesto, esta respuesta asombró mucho
al capitán, pero creyó que era porque había mucha neblina, así que decidió irse
al carajo por su cuenta. Fue entonces cuando se dio cuenta de que sus hombres
tenían razón: ¡no había un carajo!
El capitán resolvió el malentendido con su
tripulación, la cual propuso armar uno con algunos elementos que tenían al
alcance, pero era difícil, porque la neblina se iba acercando cada vez más
rápido y el capitán les dijo que no podían hacer un carajo. Entonces a uno de
ellos se le ocurrió subir al mástil y pudo notar que había un barco abandonado
en una isla que no estaba muy lejos. Así que decidieron avanzar en esa
dirección, para solucionar su problema.
Cuando llegaron intentaron
armar uno con las pocas piezas que habían juntado entre los dos barcos. Al
finalizar, el capitán quedó asombrado con el trabajo de sus hombres y les dijo:
"quedó como el carajo”
Los marineros solucionaron su
problema, pero tarde, por lo que perdieron el rumbo y no lograron su objetivo.
Finalmente Colón descubrió América y el capitán aprendió la lección: siempre
antes de partir les pide a su tripulación que se vayan todos al carajo.
“Vender Gato por Liebre”
Leandro Ferreyra
El otro día nos juntamos para
comer un asado y fue el Tito con su familia que hace muchísimo nos los veía,
¡cómo lo extrañaba a ese sinvergüenza! Ahora con eso de que la está pegando en
la música, está forrado en guita. Se trajo de todo para comer, menos mal, yo
llevé una miguita de pan y no me pidas más porque si no, no llego con la comida
en mi casa. Bueno, cuestión que en una de esas, como Tito es todo un payaso, se
puso la diez y contó una anécdota de cuando era pibe y vivía allá en lo que es
ahora Mataderos. Con su banda salieron a cazar, siempre eran palomas, pero esta
vez eran gatos. No pasó ni un segundo que Tito haya dicho esto que Nina, que es
vegana, desapareció del radar. Sigamos...Los chicos, no sé cómo, pero pudieron
agarrar a un gato marroncito que se ve que muy rápido no era. Tito seguro que
no, porque con lo lento que es no puede agarrar ni a su propia tortuga si se le
escapa.
Tan capos que eran que después
ninguno se lo quiso llevar a la casa y tampoco lo querían dejar tirado, así que
se la tuvieron que ingeniar y tuvieron la magnífica y muy estúpida, pero a la
vez suertuda idea de venderlo como si fuese una liebre. ¡Sí, sí, como dice la
frase!. Muy cerquita se dedicaban a cazar liebres; vayan viendo por dónde viene
la mano.
Tito como buen chamuyero que
era le metió verso a uno que laburaba ahí. Pobre tipo, para no saber
diferenciar una liebre de un gato disfrazado con orejas grandes y patas
alargadas con... andá a saber qué le pusieron, tiene que ser muy nuevito o
sinceramente muuuuuy tarado. Conclusión que se ganaron un poco de plata de
arriba porque se lo vendió, nomas.
Se fueron a comprar una cantidad exorbitante de
caramelos. Bien gastado por suerte ¿no?
´´ La mar en coche´
Francisco Ayala
Actualmente en todo el planeta
las actividades al aire libre o las juntadas o ya sea el contacto con tales
personas están de alguna u otra manera suspendidas por la conocida pandemia.
Debido a esta situación que se
vive, muchas personas o lugares o cosas se encuentran tristes, por no poder
estar en la rutina de compartir momentos que ahora sólo quedan en el recuerdo.
Ante ello, la mar se encuentra
muy triste porque nadie la visita, sólo ve pasar coches y más coches por las
carreteras que tiene al alcance de su vista. Sus alrededores (bares,
restaurantes, botes de basura, etc), la notan muy desganada y quieren encontrar
una solución para el problema. Para ello empezaron a comunicarse los
alrededores para lograr que su querida mar pueda estar feliz, y se pusieron de
acuerdo en llamar a Víctor, o más conocido como ´´EL COCHE DE LA CIUDAD´´, el
cual iba a llevar a la mar de paseo, así podría ver a las personas que la
visitaban con frecuencia.
Al pasar los días se empezaron
a conocer ambos (la mar y Víctor) y se llevaban muy bien, y ahí fue cuando Víctor
le dijo que suba, así iniciaban su recorrido (con ventanillas cerradas porque
la mar podría caerse).
Al finalizar el recorrido la
mar quedo encantada con la generosidad, tanto de Víctor como de los alrededores
que la ayudaron a salir del mal que sentía.
Finalmente cada dos días LA MAR
EN COCHE se iba de paseo para ser feliz.
No hay tu tía
Luana Scortegagna
Había una vez una niña llamada
Cora que se encontraba en el campo juntando flores, en este caso eran
margaritas, la niña al no saber o al no acordarse de cómo se llamaba la flor,
lo que hizo fue nombrarla como “tu tía”, ya que por lógica, así se llamaba su
tía.
Una tarde, Cora, que llevaba
puesto un vestido blanco, fue al campo a buscar “tu tía”, pero al no encontrar
nada se desesperó y empezó a gritar por todos lados: “NO HAY TU TÍA, NO HAY TU TÍA”.
La gente alrededor no entendía lo que le pasaba a la niña. La gente al no saber
bien lo que estaba buscando, empezaron entre todos a analizar la frase “no hay
tu tía”. Un hombre manifestó que la niña se encontraba en la tumba de su tía,
ya que siempre se la veía con un ramo de flores en el mismo lugar. Otra persona
dijo que debían analizar la frase al revés, ya que los niños siempre dicen
cosas sin sentido.; entonces la frase sería “tía tu hay no”. En ese momento
pensaron que la niña estaba escapando de su tía asesina. Una mujer comentó que había
conocido a una señora que le faltaban algunos jugadores y que capaz podía ser
ella la tía asesina. Varios comentaron que por las noches en las calles se
escuchaba a alguien gritar, capaz esa niña que estaba toda de blanco en el
campo era un fantasma. Y así estuvieron toda la tarde tratando de descifrar lo
que quería decir esa niña, si es que de verdad existía o era un fantasma.
6°CIENCIAS NATURALES
“Ja, chocolate por la noticia “
Lautaro Calle
¿Te conté lo que pasó la otra vez en la editorial? Fue algo tan absurdo…
Te cuento el día entero, así te entretengo un poco más. Bueno, resulta que yo
me levanté super entusiasmado porque tenía una buena noticia para el diario y
se la iba a llevar al jefe para que la analice y la publique, viste, era de una
viejo que le quisieron robar por una calle del centro, pero como era medio
sordo y no veía muy bien ni se dio cuenta que le querían robar, la gente que lo
veía alrededor le dio tanta gracia porque el chorro de la frustración empezó a
gritar y patalear como nenito de cinco años. Hay un vídeo tendrías que verlo,
no te vas a arrepentir. El loco hasta empezó a llorar, ¿podés creer? Bueno, me
estoy yendo de la historia principal, después de un desayuno horrible porque no
me di cuenta que en el agua de la pava, andá a saber cómo se metió una cucaracha,
y a me dan pánico, entonces entré en una odisea para sacarla… Perdón, me estoy
desviando del tema otra vez, soy tan despistao. Bueno, me fui a la editorial y
por el camino me compré un chocolate y un alfajor Jorgito, porque son mis
favoritos. Primero quería hacer unas cosas y después hablar con el jefe; en una
de esas nos fuimos a preparar un café, en esas máquinas nuevas viste, expreso
Nespreso, no tengo ni idea como se llaman, con un compañero. Y ahí estábamos,
hablando, yo le contaba sobre la noticia y saco el chocolate, para acompañar el
café, y a modo de chiste por el contexto me dice “ah, chocolate por la noticia”
y nos entramos a reír, pero lo que no sabíamos era que ese día el jefe llevó al
hijo y el hijo lo escuchó, unos siete u ocho años, viste, y andá a saber qué se
le metió en la cabeza al pibe al escuchar eso.
Resulta que en una, el jefe se va a salir a hacer unos mandados
personales y dejó al hijo jugando en la oficina, viste, pero como yo no me
había percatado llevé la historia, esa que te había contado del viejo sordo, a
la oficina y el pibe me agarró la noticia y sacó de un cajón lleno de chocolates
de esos Misqui o como se llamen, que el jefe era fanático, y me lo dio y a
carcajadas me dijo chocolate por la noticia, ¿podés creer? Yo salgo riendo y mi
amigo con el que tomé el café me dice ¿qué pasa Oscar? ¿Te elogió la bufanda el
jefe? Y le digo no, el jefe no está, está el hijo que me dio un chocolate por llevarle
la noticia que te conté, la del viejo, y él se hizo el boludo y le llevó una
noticia, cuando sale riendo con un chocolate me dice: Ja, chocolate por la
noticia, cuando toda la oficina de enteró, todos salían con un chocolate de la
oficina del jefe.
En una, cuando llega el jefe, viste, y ve al pibe regalando chocolates,
SUS CHOCOLATES, casi lo agarra a cintazos ahí mismo. Después dijo que si no
devolvíamos eso nos echaba a la calle, y bueno el que no lo había comido lo
devolvió, la cara de amargado del jefe todo el mes no era por el chocolate
amargo, después de ese día el pibe no vino nunca más.
Irse al carajo
Sol Vázquez
Era un día extremadamente lluvioso, el barco podría llenarse de agua
solamente de lluvia, aún estando en el medio del mar, la lluvia era tanta que
el mar podría quedar inundando por esta lluvia.
Todos estaban haciendo sus tareas en el barco: acomodaban la vela, iban
a dirigir el barco y sacaban el agua de lluvia con baldes, como si eso hiciera
que no siguiese lloviendo. Yo, en mi caso, no quería hacer nada, todos tenían
su tarea y no parecía que necesitaran ayuda, así que me senté al lado de uno de
los que estaban enfermos y le pregunté:
-
Lindo día,
¿no? Es perfecto para no hacer nada.
-
Pe-pero s-si está lloviendo co-co-co. -Su
temblor no lo dejaba hablar bien y hacía que no se le entendiera-
-
¿Están
lloviendo cocos? Pero eso es imposible, amigo mío. -Solté una risa, palmeando levemente
su espalda.-
-
Como..como
locos, Pedro.
-
Pero si
los locos no pueden llover, creo que estás delirando, amigo mío. -Dije riendo,
hasta escuchar cómo el Capitán me llamaba.-
-
¡Pedro!
¿qué haces que no estás trabajando? -Dijo con un grito que me dejó perplejo.
Sin contestarle me levanté y comencé a correr por la nave, intentando
que no me atrape. En un intento de escapar estiré mi mano por el borde del gran
barco y logré tomar un tiburón del agua, pero cuando vi al animal resultaba que
era de peluche, maldiciéndome a mí mismo. El capitán me tomó del cuello y con
furia me gritó:
-
¡Ahora
deberás ir al carajo! -Dijo mientras me miraba a los ojos, con esos ojos que
tanta ira irradiaban.
-
Pe-pero Capitán,
eso es muy insu-insufi, digo muy inju. -Las palabras no salían de mi boca
como yo quería, y menos cuando el capitán me interrumpió.
-
¿Así que
es muy insuficiente? Entonces irás todo el viaje en el carajo. -Dijo mientras
mis compañeros se reían en silencio y yo soltaba un suspiro, acomodándome el
empapado cabello.-
Caminé al carajo y, al momento de llegar, el clima comenzó a cesar casi
al momento, pasó de una gran tormenta a un lindo día de primavera, con las
aguas calmadas. Mi cuerpo se secó y en ese momento supe que amaba estar en el
carajo, sólo debía estar atento a los posibles enemigos, sin hacer más. Al día
siguiente otro compañero fue al carajo y la lluvia comenzó nuevamente, pero al momento
de que yo tomaba el puesto en el carajo la lluvia tormentosa de convertía en un
lindo día de primavera, creo que irme al carajo es el momento favorito de mi
día.
No hay tu tía
Facundo Salao
Luego del velorio de la tía Marta Sánchez, la familia se reunió en la
casa de los abuelos. A pesar
de estar de luto, su hermana Yolanda propuso recordar los mejores
momentos vividos con la
recientemente finada para mantener viva su memoria. La verdad que
anécdotas había en
abundancia porque la tía Marta era un personaje. Ella sufría de
principio de demencia, por lo
que se olvidaba algunas cosas, esto daba pie a varios conflictos y
malentendidos.
También tenía la mano dura como sanguche de cascote, eso lo pude
comprobar la vez en que
ella estaba empacando cosas en una mochila que no era suya, sino mía. Le
digo “tía Marta, esa
mochila no es tuya, sino mía” pero no me daba bola y seguía metiendo
cosas en la mochila.
Traté de hacerla entrar en razón, pero en vista de que mis intentos eran
en vano, intenté
arrebatársela y me comí terrible bofetazo en la cara. Le conté a la
abuela, quien me dijo que le
deje la mochila y se la saque algún día que no se dé cuenta.
Bueno, la tía Marta además tenía el don para sacar a relucir los
defectos ajenos, las
imperfecciones, especialmente las de la cara. Como la vez en las que
discutimos porque ella se
había comido mi porción de torta y no lo reconocía. ¿Viste que yo tengo
muchos lunares en la
cara? Bueno, se enojó por mi agravio y me dijo “cállate, pelotudo cara
machada de caca”.
Ninguna santa la vieja, la verdad.
La cosa es que empezaron a contar anécdotas, una tras otra iban pasando.
Hasta que dijeron
“¿se acuerdan de la noche buena del 2016?”, ya se oían algunas
carcajadas con solo recordar
lo que sucedió. Entonces me pidieron que la cuente yo, porque me
acordaba bien la historia y
sabia relatarla. Y bueno empecé:
Esa noche buena habíamos ido con mi familia a la casa de los abuelos
desde temprano. En esa
casa vivían mis abuelos con la tía Marta. La cosa es que estaban
preparando las comidas para
la noche y se percataron que faltaba pan, por lo que mandaron a la tía
Marta a que vaya a la
panadería a dos cuadras. La mandaban a ella porque era prácticamente su
rol, por eso la
mandaron a ella. Tomó las llaves, el dinero, la nota con la cantidad de
pan que debe ser
comprado y emprendió su travesía rumbo a la panadería.
Pasó un rato y la tía Marta no volvía. Pensábamos ¿Cuánto puede tardar
una persona comprar
un kilo y medio de pan a dos cuadras? Pero sabíamos que a la tía Marta
le gustaba charlar y a
veces se olvidaba qué había ido a comprar o donde estaba. Como la vez en
que se olvidó
dónde estaba, y usó su don para insultar al panadero y a un vecino que
estaba comprando. Por
suerte el panadero es muy amable, comprendió la situación y le pidió la
notita para venderle el
pan. Por otro lado, cada uno estaba en su mundo cocinando algo diferente
y nadie se percató
de cuanto estaba tardando la tía Marta.
Lo que después nos íbamos a enterar es que la tía Marta fue y compró pan
bastante rápido,
pero a la vuelta se topó con un imprevisto. Lo que había sucedido es que
le habían entrado a
robar a la vecina Clotilde Márquez Peña, entonces estaban todos los policías
en su casa a
punto de tomar huellas, pisadas, evidencia y todas esas cosas. Cuando la
tía Marta pasó por allí
la tomaron como testigo de la investigación, y viste como son esas
cosas, uno no se puede
resistir y te tenés que comer un garrón de la gran flauta fumándote todo
el proceso de cómo
los policías buscan huellas, pisadas, evidencia y todas esas cosas.
Mientras tanto, en la casa de los abuelos, me estaban por mandar a la
panadería a ver donde
estaba la tía Marta. Primero sale la abuela de la casa, luego yo. Ella
se acerca a la reja, al ver
todos los patrulleros en lo de Clotilde Márquez Peña se da la vuelta y
nos manda a meternos
de nuevo a la casa. Cierra con llave la puerta y dice: “¿Vieron todos
los patrulleros en la casa
de Clotilde? Para mí que debe haber un chorro metido en la casa y están
los policías tratando
de sacarlo. Mejor nos quedamos acá dentro a ver si en la huida del
chorro se nos mete adentro
y nos toma de rehenes. La tía Marta debe estar del otro lado de los
patrulleros esperando a
que termine toda la movida.” Y así pasó, nos quedamos todos ahí adentro.
En la casa de Clotilde Márquez Peña, la cara de orto de la tía Marta era
evidente. Era tan larga
que se la pisaba. Tenía que estar ahí viendo como los policías le
sacaban fotos a todo lo que
podría llegar a servir como evidencia. Encima que ella no era muy
fanática de los policías, los
odiaba más o menos. Hasta que sucedió, salió a relucir la demencia. Se
olvidó completamente
de donde estaba y por qué estaba ahí. Su cara de orto cambió a
preocupación, a sorpresa. Se
alteró al ver a los milicos, según nos contaron dijo “¿Qué hago acá?
¿Por qué estoy acá?”. Una
policía se le acerca a preguntarle qué le pasaba y si estaba bien. Lo
que sucedió a continuación
fue completamente disparatado, parece salido de Relatos Salvajes. La tía
Marta le metió una
trompada en la cara a la policía. Así como lo oís. Todos quedaron
atónitos, inmóviles, mientras
la tía Marta, preocupada y confundida se quería ir de ese lugar.
Entonces un policía se
interpuso en su camino para detenerla, no solo porque era testigo de la
investigación, sino
porque también había tirado al piso de una piña a una agente. Frente a
esta situación, la tía le
pegó un rodillazo en los huevos al policía. Sí, sí, así como lo
escuchas. Encima usó su don, le
tiró “Eso te pasa por narigón puto, tobogán de piojos”. Bueno, la cosa
es que un policía que
estaba más próximo a la puerta la frenó y la detuvo. En eso, la vecina
Clotilde Márquez Peña se
acuerdo de que la tía Marta sufre de principio de demencia y se lo
comunicó a los
uniformados. Ellos entendieron la situación y la dejaron volver a su
casa.
Al mismo tiempo, yo estaba volviendo de la panadería, porque mamá no
creía en la teoría de
la abuela y me mandó igual. En la panadería me dijeron que la tía Marta
se había ido hace ya
un rato. Entonces me preocupé, salí de la panadería, miré hacia todos
los sentidos y no la vi en
ningún lado. Me apuré en volver para contarle a mi familia. En el camino
me encontré a la tía
Marta saliendo de la casa de Clotilde Márquez Peña con la bolsa de pan
en la mano. Me
reconoce y volvimos juntos a la casa de los abuelos.
Una vez ya en lo de los abuelos, la tía Marta nos contó todo lo que
pasó, que se perdió y que
golpeó a dos policías. ¿Sabés? Nos compadecimos de ella, realmente nos
preocupamos por
ella. Y no va que en la cena de noche buena no cuenta que todo fue
fingido. Ella en ningún
momento se perdió ni desorientó ni nada, siempre estuvo consciente,
cuerda. Simplemente
quería irse de ahí. Y de paso que odia a los policías, golpeó a dos de
ellos y lo hizo con
completo conocimiento de lo que hacía, pero sabía que podía echarle la
culpa a la demencia.
Sí, sí, al final, una atorranta total la tía Marta.
Meterse en un berenjenal
Maximiliano Martins
Eran las 5 AM, mi amigo Richard y yo estábamos bastante ebrios, pues
veníamos de una fiesta
enorme con mucha gente y alcohol. Llegamos a mi casa, que se encentra en
el medio de la nada, en un pueblito donde la mayoría de la gente son ancianos
con campos de tomates, lechuga, choclos, zanahorias, papas, etc. No sé cómo
hicimos para entrar, sólo recuerdo que él tenía mucha hambre, yo también tenía
pero no tanto.
Hasta ahora va todo normal, pero en unos cuantos minutos pasaron muchas
cosas raras. Primero hay que aclarar que cuando Richard tiene hambre se altera,
es imposible controlarlo o hacer que se calme. Hablarle sirve tan poco como
bocina de avión…
Cuando me dijo que tenía hambre yo abrí inmediatamente la heladera para
ver con qué podía alimentar a la bestia, pero no tenía nada, el día anterior no
hice las compras. Recuerdo que en ese momento me puse medio nervioso y le dije
a Richard que vaya a buscar comida a los campos de los vecinos, “son viejos y
no se iban a dar cuenta” pensaba yo tan tranquilamente. Luego de cometer ese
gravísimo error escucho a mis espaldas el ruido de un vidrio roto, me di vuelta
asustado, pensando que nos entraban a robar, pero no, el culpable del ruido fue
mi amigo que salió por la ventana de un salto. Iba corriendo tan lento como un
caracol y torcido como mesa de la Familia Argento, todo debido a su sobrepeso y
al alcohol que ingirió. Acto seguido le grité “Tomales prestados unos tomates,
unas plantitas de lechuga para hacer ensalada porque estas gordo, pero no te
excedas” con esperanzas de que no agarre mucho, y con más esperanzas aún de que
no agarre nada y se aguante el hambre. Su respuesta me impactó tanto que me la
acuerdo como si hubiese sido ayer, Richard me gritó con muy poca modulación,
pero logré entender la frase “está bien quiero empezar la dieta asique voy a
comer sano”.
Al otro día me desperté a eso de las 12 del mediodía por un griterío
masivo que había en la puerta de mi casa. Me levanté rápido de la mesa (me
quedé dormido) y lo primero que noté fue que Richard no estaba conmigo, algo
muy raro. Sin importar eso, fui a la puerta, y al salir me encontré con una
manada de quince o veinte leones enojados, claramente todos viejitos del
pueblo. Después de decirme muchas cosas, de haber santificado a todos mis
familiares y de querer echarme de ahí, me dirigieron hacia el campo de Doña
Elsa, la viejita más enojona y petisa de todas las que hay acá. Siempre que me
la cruzo cambio de vereda o miro para abajo con miedo de que salte y me pegue
con el bastón en la cara o me rete por tener el pasto de mi casa largo. Cuando
llego me hicieron meterme en la plantación gigante de berenjenas que tenía y
ahí veo a Richard dormido en el piso, con dos berenjenas en la mano. Cuando lo
desperté para sacarlo, lo primero que dijo fue que quería comer milanesas de
berenjenas, después miró a los viejitos enojados, a mí con cara de asustado y
dijo “literalmente nos metimos en un berenjenal”.
Se le volaron las chapas
Agustín Villanova
La semana pasada me pasó algo muy raro… Me llamo Juan Cruz y trabajo
como bombero en mi ciudad, siempre intento tenerle paciencia a la gente, pero
la semana pasada me frustré demasiado. Resulta que recibimos un llamado en la
estación, al atender un hombre nos dijo que necesitaba ayuda y que vayamos lo
más pronto posible. Nos pasó su dirección y seguido de eso me enviaron a mí a
ver qué pasaba a pesar de que no sabíamos cuál era el problema exacto.
Al llegar a la dirección dada estacione el camión y bajé junto a mi compañero,
al ver la casa noté que un anciano yacía sentado en la vereda muy asustado, así
que le pregunto si él era el que realizó el llamado. A lo que responde que sí,
y que se le volaron las chapas.
Nosotros intentamos preguntarle a que se refería para entenderlo mejor y
poder ayudarlo, pero el hombre estaba tan angustiado que terminamos no
entendiendo cual era el problema y siguiéndolo para que él nos los mostrara.
Nos guio hasta su patio trasero mientras nos intentaba explicar el problema,
aunque como lloraba tanto y seguía sin entenderlo, en serio me estaba
frustrando.
Al llegar al patio luego de cómo una hora pudimos tranquilizarlo, y al contarme
su problema me dio una mezcla de sentimientos. Frustración, enojo y risa.
Resulta que al señor se le volaron unos chapitas de colección que tenía
en su patio y como vio que algunas terminaron arriba de un árbol, nos llamó para
que lo ayudemos, ya que al parecer vivía solo.
Le traje la escalera a mi compañero y él se subió a recuperarlas
mientras yo simulaba buscar en el jardín.
No sé si el pobre hombre tenía algún problema o le faltaba algún
tornillo, pero definitivamente… se le volaron las chapas.
No dejar títere con cabeza
Santiago González Dubini
- ¿Qué pasoooooó Claudio? ¡Siempre llegas tarde a los
asados con los pibes!
- ¡Mal chabón, te tiene re gobernado tu mujer!
- Cerrá el culo, gordo, que ando
re caliente, encima vos sos el menos indicado para hablar
- Eeeeh, pero no me bardiés así, ¿qué excusa tenés ahora?
- Excusa no, chabón, les había avisado que tenía el
cumple del nene
- ¿Pero no era a la tardecita? Son como las 10 gil
- ¿Pero quién carajo se creen que
son? Son peor que mi vieja, están atrás mío todo el tiempo
- Dale Claudio, no te calentés, ¿qué pasó?
- Bueno, ¿vieron que Bauti
cumplió 7 años? Cuestión, le hicimos fiestita en casa con los amiguitos,
sanguchitos, chizitos, papitas todo re lindo, cuestión, vino un pendejo de
mierda que no sé ni por qué Marina lo invitó, si a Bauti le saca canas verdes.
El pibito este se llama Franky, es re molesto, encima los papás son uno más
boludo que el otro, no le ponen límites al pendejo, entonces obvio, el borreguito
hace lo que se le canta...
- Pará, ¿pero qué hizo que te la agarraste con él?
- Para gordo, dejame terminar, ahora que me preguntaste,
bancátela
- Bueno, pero comé, que se enfrían los choris
- Bueno, mi nene es re fan de los
muñequitos estos con hilos… no me sale el nombre de estas mierdas…
- ¿Títeres?
- Si, esa mierda
- Cuestión, Bauti tiene una banda
de esos muñecos, que no sé cómo le pueden gustar, a la noche te meten un miedo.
Los tiene todos en una repisa re acomodados todo, hasta les puso nombre y todo.
- Dale boludo, hacela más corta, ¡quiero comer!
- Gordo, me interrumpís de vuelta
y vas a tener que juntar los dientes del piso de la piña que te voy a meter.
- Bueno, bueno, perdón…
- Cuestión, el pendejo este en
una de esas que lo descuidamos desapareció, con Marina nos cagamos todos y
empezamos a preguntarle a todos “¿Dónde está Franky?” “Chicos, ¿vieron a
Franky?” y el pendejo nada. Bueno, en una de esas me voy a arriba a revisar y
veo la pieza de Bauti con la puerta abierta. Entro y veo al pendejo rompiendo
todos los muñequitos. Vos no sabés las ganas que tenía de ahorcar al nene ese,
conté hasta un millón más o menos. Me calmé un toque y lo llevé abajo con todos
los demás, eso sí, yo no quería que Bauti subiera porque se armaba una… Y yo
como un boludo en la pieza juntando todas las cabecitas de los muñequitos,
pensando cómo carajo iba a arreglarlos. Le pedí a Marina que me traiga el
pegamento de la heladera, a ver si zafaba alguno. Veo que se abre la puerta y
pienso “ta, es mi mujer con el pegamento” levanto la cabeza y veo las zapatillitas
de Bauti, en ese momento ya sentía el llanto de Bautista y eso que había visto
dos rotos nomas. Ve toda su colección hecha mierda y obviamente se pone a
llorar el pobre nene. A mí, de chiquito. si me tocaban la colección de los
Matchbox tenía que desfigurar a alguien. Cuestión, ahí Marina me recontra cagó
a pedos de que por qué no cerré la puerta, que esto, que lo otro y yo
escuchándola resongar mientras me imaginaba cincuenta formas de vengarme de la
familia del pendejo este Franky, porque él no tiene la culpa. Cuestión tuvimos
que llamar a todos los padres porque Bauti se puso re mal, ni cortamos la torta
nada, me gasté como siete lucas al pedo. Tratamos de consolarlo con todo lo que
te imagines y nada. Al final se terminó durmiendo y después de un sermón de
Marina pude venir.
- Che, pero ¿tan mierda los hizo a los muñequitos?
- Si gordo, les sacó la cabeza a todos, los brazos, todo…
un día de mierda…
- jajaja no dejo títere con cabeza el pendejo
- Gordo, vos querés que yo te pegue, ¿no?
“A seguro se lo llevaron preso”
Sofía Caponigro
Una mañana como cualquier otra, salió a caminar para despejar la mente,
cuando ve a lo lejos, una persona robándole el bolso a una anciana en lo que
parecía una típica escena de una película de superhéroes. En ese momento él quería
ayudarla pero, por su inseguridad y miedo constantes, huyó lo más rápido que
pudo.
Cuando llegó a su casa se sintió arrepentido de su cobardía y decidió
que a partir de ese momento intentaría cambiar y sería la persona más segura de
todas.
A la mañana siguiente cuando empezó su caminata se encontró a la policía
atrapando a aquel ladrón de bolsos y se motivó a ser igual que aquellos
policías tan seguros, tomó su mejor ropa azul y salió a la calle esperando
atrapar a un delincuente.
Era poco probable que pasara algo pero justo un ladrón con un bolso
lleno de dinero pasó rápidamente por al lado de él. En ese momento comenzó a
perseguirlo cuando cayó al piso por tropezarse con un bicho, se levantó
rápidamente y siguió corriendo al ladrón mientras escuchaba la risa de aquellos
espectadores. De repente la policía aparece y salva el día arrestando al
ladrón.
Enojado se sienta en un banco en la plaza donde un delincuente le pide
el celular y la billetera, él se sorprende y muy contento por esta oportunidad
le agradece y agrega que no se saldría con la suya, ya que él lo iba a atrapar
y llevar a prisión. En ese momento el ladrón se ríe y sale corriendo, cuando él
comienza a seguirlo hasta que aparece la policía y muy inusualmente, el ladrón
se acerca y les dice que estaba siendo perseguido por un delincuente que se
hacía pasar por policía. Todo se había dado vuelta y ahora era él, el supuesto
delincuente que corría de la policía.
De no ser por caer nuevamente con aquel molesto bicho, hubiera logrado
escapar, pero así fue como se lo llevaron preso. A pesar de las suplicas e
intentos de explicar lo que realmente había sucedido, debió pasar la noche en
aquella prisión. Al día siguiente lo dejaron volver a la casa con la condición
de ya no intentaría atrapar a los delincuentes.
Algo triste y aliviado entendió que esta vez sería más seguro si se quedara
tranquilo en casa.
Sé que a ésta altura querrán saber el nombre de éste personaje, Seguro,
ya lo saben.
Más solo que perro malo
Sofía Rogers
No, esperá, yo te lo puedo explicar eh. Dejame que te explique cómo pasó.
Resulta que estábamos en San Luis y los colectivos no son como acá en Buenos
Aires. Allá tenés un montón de asientos lindos, como en los micros de larga
distancia y hasta aire acondicionado. Además cuando se llena no entra nadie, en
Buenos Aires con suerte no vas colgado del caño del techo o con la puerta
abierta haciendo equilibrio para no caerte afuera con el colectivo andando.
Pero bueno, fuimos con mi hermana y mi mamá, porque mi papá andá a saber dónde
estaba y nos hizo subir a pata toda la montaña porque se le ocurrió tener una
casa allá arriba. Yo digo viste, ¿cuál es la necesidad de estar tan arriba?
Podíamos estar más abajo, si total lo único que ves es espinillos que te
pinchan como pelo duro.
La gente te mira mal allá, porque no le gusta que seas de Buenos Aires, no
son ignorantes pero andá a explicarles que no todos somos porteños.
Decime a quién se le ocurrió la genial idea de tener que ir en
colectivo, que después de caminar por Merlo tuvimos que caminar 5 km hasta la estación
y cuando me acordé que me faltaba subir la montaña me quería tirar por la
ventana del colectivo.
Estábamos por bajar y había que decirle al chofer en dónde. Toda la gente
le decía “a la casita con techito rojo”, como si no hubiera 40 casas con techo rojo,
o “a la plaza” y allá tenés plazas cada cuadra y media. A mi mamá no se le
ocurre mejor idea que decirle “a las cabañas la mery” que eran un cartel metido
entre los yuyos que no se veía hasta que estabas a un metro de distancia.
Claro, el hombre ni sabía dónde quedaba y la miraba con una cara que decía
“Justo a mí me toca una vieja loca”. Todo ese tiempo mi hermana y yo atrás de
ella, paradas, escuchando la conversación y pidiendo que la tierra nos tragara.
Pero se puede poner peor, porque empieza a decirle “nosotras, no somos de acá” y
a cada cosa que le decía el chofer repetía lo mismo. Estuve a un segundo de irme
a sentar haciendo que no tenía nada que ver con ellas.
Empezábamos a subir la montaña y yo ya me empezaba a poner cascarrabias.
De la nada a mi hermana se le ocurre ir a mear y yo con el humor que tenía me
fui para arriba y no las esperé. Mirá que me voy a quedar esperando a que la
boluda mee, encima tarda más en buscar un lugar donde nadie la vea que en mear,
como si a alguien le interesara verla. Después de un rato caminando ya iba
puteando en voz alta porque allá no te escucha nadie, puteaba a la montaña, la
casa, el colectivo y la otra que quería mear. Y se me hizo de noche, yo más
solo que perro malo. Y allá cuando se te hace la noche es una boca de lobo, ves
ojos por todos lados y hay pumas, zorros y chanchos salvajes que, aunque no parezca,
son re jodidos. Además no veía ni el piso, andá a saber si pisaba una víbora y
me iba al tacho. Estuve 30 minutos caminando cuando escucho un ruido atrás mío.
En ese momento me olvidé de que estaba oscuro y de que podía haber víboras, y
salí cagando.
Cuando llegué a la casa estaban todos ahí, porque entre las puteadas me
había equivocado de camino y agarré el más largo. No volví a caminar hasta el
día siguiente y la próxima vez que baje de ahí, me suben con grúa, o no sé cómo,
pero a pata no voy más.
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